El sistema educativo, en general, y la Formación Profesional, en particular, viven momentos de cambio y de incertidumbre, como los vive el conjunto de la sociedad, fruto de innumerables causas que tienen su origen en el desarrollo imparable de las tecnologías de la información y las comunicaciones, la robótica, la digitalización, la eclosión de las redes sociales y en otros fenómenos socioeconómicos y políticos que están modificando ya los tradicionales comportamientos de la ciudadanía.
Una tendencia admitida por la inmensa mayoría de los expertos nos indica que la educación ha dejado de ser un asunto circunscrito al entorno social y geográfico en el que se ubica un centro educativo o un colectivo de personas. Más bien, por el contrario, la transformación en el ámbito de la educación y de la Formación Profesional está siendo orientada hacia la adquisición de habilidades, capacidades y competencias en clave internacional. Esta realidad ha sido intensamente influenciada por la eclosión de las tecnologías precitadas que afectan a todos los órdenes de la vida de los ciudadanos del siglo XXI, en un mundo globalizado y totalmente interconectado.
A día de hoy, muchas personas nos sentimos desbordadas por el impacto que nos causa un acceso a la información casi ilimitado, sin precedente alguno. Esta realidad debe hacer reflexionar a la clase política, en su conjunto; a las autoridades educativas; a los agentes económicos y sociales y, cómo no, a los profesionales docentes sobre el papel de cada cual para afrontar el reto de preparar a nuestros escolares, una inmensa mayoría nacidos en este siglo XXI, para vivir en la incertidumbre del presente y del inmediato futuro en esta singular sociedad en la que nadie se atreve a aventurar que nos deparará en los próximos años.
¿Qué perfiles profesionales serán necesarios en el año 2030, por ejemplo? Si damos por válido el mensaje de la frase del poeta, dramaturgo y periodista uruguayo Mario Benedetti “Cuando nos hemos aprendido las respuestas nos han cambiado las preguntas” parece que estamos abocados a reformular constantemente una educación y Formación Profesional que puede quedarse obsoleta de un día para otro si contemplamos las perentorias necesidades del mercado laboral y de aquellas personas nacidas con el tercer milenio, particularmente.
Ahora bien, no perdamos el foco. Nadie cuestiona el papel fundamental de la escuela respecto a la preparación del alumnado para integrarse en una sociedad futura desconocida. Pero, también, desde el sistema educativo, desde los centros de Formación Profesional y universitarios, principalmente, hemos de dar respuesta a las apremiantes exigencias del mercado laboral de hoy. Ello no es óbice, sin embargo, para consolidar y fortalecer conceptos esenciales de la hoy denominada sociedad del aprendizaje, como es la competencia de “aprender a aprender” porque es una de las pocas que carecen de fecha de caducidad. Una información adicional sobre este asunto puedes encontrarla en mi entrada DECROLY PONE EL FOCO EN EL APRENDIZAJE DE SU ALUMNADO, de 23 de agosto de 2018.
En Decroly, y estoy seguro que en la mayoría de los centros de Formación Profesional, el cambio –entendido como mejora continua- forma parte de su idiosincrasia, de los valores que definen su carácter propio y que se reflejan en el proyecto educativo del centro, en la programación general anual, en el proyecto curricular y en cada una de las programaciones didácticas de cada módulo formativo.
Decroly ha vivido y respetado con lealtad institucional todas las propuestas de cambio establecidas en todas y cada una de las leyes educativas y en la normativa estatal y autonómica que las desarrollan. Además, el cambio y la transformación educativa y pedagógica forman parte del quehacer cotidiano del profesorado en complicidad con el conjunto de los estudiantes de Formación Profesional Básica (FP Básica) Grado Medio (GM) y Grado Superior (GS). La educación, la Formación Profesional, lo decía el ilustre pedagogo brasileño Pablo Freire, no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo.
A lo largo de los 40 años de existencia de este centro concertado de Formación Profesional hemos tenido en cuenta dos elementos esenciales: la formación integral del alumno y la empleabilidad de todos nuestros estudiantes.
Respecto a la formación integral de cada uno de nuestros discentes, los valores han ocupado un lugar preeminente. En este terreno, Decroly ha puesto el foco en innumerables aspectos como la honestidad, respeto, responsabilidad, compañerismo, equidad, igualdad de oportunidades, tolerancia a la presión, creatividad, empatía, proactividad, orientación a resultados, capacidad de trabajar en equipo, capacidad para resolver conflictos y problemas, adaptación al cambio, capacidad de comunicar eficientemente, de tomar decisiones,…
La empleabilidad, por otro lado, siempre ha sido entendida en Decroly como la capacitación de los estudiantes para acceder a distintos puestos de trabajo en circunstancias y situaciones diversas. Para ello, los valores, las virtudes y las competencias transversales, como los señalados anteriormente, han sido y son un elemento clave en el quehacer cotidiano de este centro para, entre otras razones, dar respuesta a las demandas del mercado de trabajo en cada momento.
La cultura del cambio permanente, de la transformación de todos los procesos educativos que lo facilitan, debe sustentarse en una estrategia coherente que nos defina objetivos claros que concreten lo que debe aprender el alumnado, lo que debe enseñar el profesorado y, a partir de estas premisas, lo que realmente aprenden y cómo evaluar los resultados reales de aprendizaje.
Entre los elementos más destacables del aprendizaje del alumnado, atemporales y sin fecha de caducidad como otros del ámbito cognoscitivo, Decroly fija una atención especial en los siguientes aspectos: la implementación y desarrollo de la inteligencia emocional, el espíritu crítico y la creatividad; en la capacidad de asumir críticas y de aceptar el error, como una oportunidad para mejorar; en conceptos como aprender a aprender y a reaprender, en estrategias de educación para que las personas se adapten a los nuevos contextos que el mercado de trabajo demanda cada día.
Para ello, a través de las enseñanzas del profesorado se define un escenario para facilitar permanentemente los logros del alumnado antes descritos. Los profesionales docentes somos un ejemplo para el colectivo estudiantil. Cada curso escolar, en unas y otras circunstancias formativas cotidianas, predicamos con el ejemplo, gestionamos correctamente los cambios, trabajamos colaborativamente en equipo, evaluamos e incorporamos la crítica constructiva reflexionando individual y colectivamente sobre los éxitos y eventuales fracasos que puedan generarse. Alumnos y profesores aplicamos, en suma, aquel principio atribuido a John Dewey, uno de los padres de la Pedagogía moderna: learning by doing, aprender haciendo, por su traducción al castellano.
¿Y qué aprende realmente el alumnado? Deberemos preguntárselo a ellos. Ahora bien, en Decroly, creemos firmemente en los planteamientos arriba reseñados. Lo que si tenemos claro, también, es que los aprendizajes no van dirigidos a superar los exámenes exclusivamente. Tal es así que los modelos de valoración se centran, fundamentalmente, en la denominada evaluación formativa. En ese proceso de evaluación de los resultados de aprendizaje Decroly aplica, en mayor o menor medida, los criterios expuestos en algunas de mis entradas en este blog, como: EVALUACIÓN DEL PROCESO ENSEÑANZA – APRENDIZAJE (I), de 17 de enero de 2014; EVALUACIÓN DEL PROCESO ENSEÑANZA – APRENDIZAJE (II), de 11 de febrero de 2014; LA AUTOEVALUACIÓN Y COEVALUACIÓN DEL ALUMNADO PIDE PASO EN DECROLY, de 11 de octubre de 2016 y EVALUACIÓN DE SEGUIMIENTO CUALITATIVA, de 21 de febrero de 2017.
Concluyo con unas reflexiones del psicopedagogo italiano Francesco Tonucci: el docente del siglo XXI debe reunir como características la creatividad, la emoción, la capacidad reflexiva, la visión de equipo, la visión innovadora, el compromiso y ser capaz de despertar en su alumnado el deseo de aprender.
Otras entradas y enlaces de interés:
–COMPETENCIAS ESENCIALES PARA LA EMPLEABILIDAD DE LOS JÓVENES Y PARA LA RECUALIFICACIÓN DE LA FUERZA LABORAL DE LAS EMPRESAS, de 15 de marzo de 2018
–LAS EMPRESAS VALORAN LAS COMPETENCIAS PROFESIONALES Y TRANSVERSALES POR IGUAL, de 18 de enero de 2018
–TRABAJO POR COMPETENCIAS E IMPULSO DE LA CREACIÓN DE EMPRESAS, de 20 de febrero de 2015
–DIEZ COMPETENCIAS DIGITALES BÁSICAS… ¡DEL PROFESOR!, de 18 de agosto de 2011