Pues tiene usted razón, colega

Esta entrada se basa en un escrito de Francisco Javier Argote Martín, profesor de secundaria en un centro educativo de la ciudad de Córdoba, publicado en www.diariocordoba.com el jueves 24 de junio

El artículo, titulado ¿Así se fomenta la formación Profesional?, me llamó la atención y lo releí detenidamente. Debo manifestar que el contenido de mi entrada de hoy recoge el espíritu señalado por el profesor Argote en su texto.

Al final del resumen me permito una valoración que no ofrece lugar a dudas. Me pregunto, también, quién debería velar por los intereses del sistema, en este caso de la FP en ese centro cordobés, en clave de calidad educativa. Finalizo este post invitando a leer un par de entradas publicadas en este blog relacionadas con la evaluación en clave de siglo XXI.

Es evidente que este relato de Argote expresa una crítica abierta al sistema, particularmente a los “instructores” de un centro de FP de Córdoba. Me entristece esa situación que denuncia el compañero andaluz de secundaria pero, a su vez, me siento feliz por el anverso de la moneda que representa el trabajo del conjunto de profesionales docentes de Decroly.

Los profesores de Decroly, en mi opinión, muestran una imagen absolutamente antagónica a la de los “instructores” del susodicho centro cordobés, que merece ser destacada y aplaudida. Una realidad, en suma, que pone en valor el compromiso con la calidadrenovación pedagógica permanente de los profesionales docentes de este centro de FP. De hecho, todos sus retos y desafíos se orientan a facilitar una formación por competencias acorde con las demandas actuales y futuras de sus alumnos y del tejido productivo.

Relata el profesor Argote, entre otras consideraciones, que “continuamente asistimos a campañas donde se intenta fomentar la Formación Profesional como alternativa a la formación universitaria de nuestros jóvenes”. Señala, también, que “se siguen repitiendo los cánones de tiempos pasados con la antigua Formación Profesional”.

Describe, además, los distintos mecanismos de acceso a los estudios de Grado Medio, en concreto, y afirma que se siguen matriculando aquellos que les ha costado más sacar la ESO, es decir, los que por una razón u otra son peores” estudiantes. Y remata la introducción de su mensaje diciendo que casi todos los que “van bien en la Secundaria continúan la vía del Bachillerato con el objetivo de continuar estudios universitarios.

Dicho lo cual, entra en materia. Es aquí donde realiza denuncias de calado, citando que en un centro de la capital cordobesa se ofertan OCHO plazas de acceso a primer curso, siendo el único que imparte esos estudios. Y se pregunta cómo puede ser eso. La respuesta está, continuó su exposición, en el gran número de alumnos que repiten. Parece ser que esto ocurre, afirma Argote, porque para el profesorado de FP de ese centro el principal instrumento de evaluación, por no decir único, son los exámenes.

Añade el colega de secundaria cordobés que el profesorado del innombrado establecimiento educativo de FP se queja continuamente de lo “malos” que son los alumnos, que no dan el nivel requerido por los profesores; de la procedencia de todos ellos, es decir, del sistema por el que han accedido al ciclo; de lo “mal preparados” que llegan,… ¡Hay que tenerlos bien puestos, queridos “enseñantes” de FP de ese centro cordobés no nombrado por el autor del artículo, para escudarse en esos desatinados argumentos para defender un fracaso sin paliativos!

Más adelante, Argote mete el dedo en la llaga. El crítico profesor de secundaria indica que en ese centro no había ningún planteamiento educativo de adaptación a los estudiantes por parte del profesorado. “Para qué se iban a hacer recuperaciones si van a seguir sin estudiar” o “para qué corregir actividades si eso no sirve para nada”, manifiesta. Ante esa realidad, el autor del escrito dice sentirse perplejo ante la falta de recursos pedagógicos y metodológicos de los que hacen gala los “instructores” de FP de aquel centro cordobés.

La acción tutorial, brilla por su ausencia; la atención a la diversidad, suena a música celestial; la información a las familias y a los propios alumnos, no forma parte de las obligaciones profesionales de aquellos “enseñantes”;… y refiriéndose a los exámenes, el discrepante profesional docente de secundaria lamenta que sus homólogos de FP no tengan mecanismos y datos recogidos de sobra para poder evaluar a los alumnos sin dar tanta importancia a sacar más o menos nota en un examen teórico.

Concluyo el resumen de ¿Así se fomenta la formación Profesional? con unas frases del profesor Argote: “cuando hablas con alguien del gremio, inspectores incluidos, te dicen que estos profesores son los que venían de la antigua Universidad Laboral, y ya se sabe… ¿Qué se sabe? No lo entiendo, con todos los grandes cambios que ha habido en los últimos años en el sistema educativo en cuanto a la forma y al fondo, que sigan existiendo reinos de Taifas en los que nadie tenga competencia y/o decisión para cambiar”.

Al titular esta entrada con “Pues tiene usted razón, colega” lo hago en base  las siguientes apreciaciones del profesor Argote:

Señala la existencia de campañas para el fomento de la Formación Profesional como alternativa a la formación universitaria de los jóvenes.

Sí, es cierto. Aunque adolecen de un plan integrado serio de orientación educativa y profesional. A pesar de ese déficit, la cifra de alumnos matriculados en FP durante el curso pasado en España fue de 783.000 frente a los 707.000 que lo hicieron en Bachillerado. Sobre este tema y otros asuntos relacionados  puedes leer LA FP EN DECROLY, UNA OPCIÓN EDUCATIVA DE CALIDAD PARA EL EMPLEO, subida a este blog el 01 de junio de 2017.

Afirma que sigue existiendo el estereotipo de una Formación Profesional para los peores estudiantes.

Cierto. Pero a día de hoy, el concepto de educación inclusiva garantiza una educación y formación profesional de calidad personalizada, atendiendo a las particularidades educativas, familiares y sociales de cada alumno; a sus intereses y expectativas, orientados a su desarrollo personal y profesional.  

Sostiene que una de las razones que justifican el elevado número de repetidores se concreta en el uso exclusivo de los exámenes como instrumento de evaluación.

Comparto su teoría. Ahora bien, esa circunstancia es solamente uno de los innumerables déficits de un importante sector del profesorado que se empeña en mantener con carácter prioritario criterios instructivistas, propios de épocas anteriores, vigentes en la segunda mitad del siglo XIX y una buena parte del siglo XX, hoy absolutamente anacrónicos e inaceptables.

denuncia que los profesores del innombrado centro de FP cordobés se quejan de lo mal preparados que llegan los alumnos, de que no dan el nivel requerido,…

Está claro que esos instructores (así les denomino durante toda esta entrada) echan la culpa al empedrado, por utilizar una expresiva célebre metáfora. Todo el mundo es culpable, excepto ellos que, presumiblemente, se consideran los mejores. Y mientras todo ello ocurre, ¿Qué hace el sistema? ¿Qué mecanismos dispone la administración para evaluar la calidad de la función docente del profesorado? Nada, ninguno; triste y lamentable, pero así es.

Constata, asimismo, la ausencia de cualquier tipo de acción tutorial, de atención a la diversidad, de tratamiento personalizado, de existencia de recursos pedagógicos orientados al éxito escolar de todos los estudiantes, de protocolos de evaluación que contemplen la situación inicial del alumnado, de mecanismos que retroalimenten su evolución continua.

Pues…, si esto es así, obviamente nos encontramos ante un claro ejemplo de traslación educativa al siglo XIX. Inaceptable. Y ¡ojo! Alguien debería responder por este desaguisado… ¿el equipo directivo del centro?, ¿la inspección educativa?, ¿la Consejería de Educación?

Voy a concluir esta entrada centrándome, exclusivamente, en un apartado esencial del proceso de aprendizaje del alumnado. Me refiero a la evaluación. Mucho he escrito sobre este tema, asunto esencial en el desarrollo de cualesquiera competencias personales, sociales y profesionales determinadas para cada estudiante, cual traje a la medida se tratara. Por eso, y para evitar extenderme excesivamente en este texto, recomiendo mi entrada La autoevaluación y coevaluación del alumnado pide paso en Decroly, de 11 de octubre de 2016 y Evaluación del proceso enseñanza – aprendizaje (II), de 11 febrero de 2014 que, junto a sus 17 entradas relacionadas, muestran claramente por dónde van los “tiros” en Decroly.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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