Es posible que, a la hora de interpretar esta entrada, alguien juzgue que me he liado en un totum revolutum sobre la difícil tarea de educar, asunto que ha ocupado a las administraciones públicas, padres de familia y profesionales docentes a lo largo de los siglos; seguro que tendrá razón…
Sin embargo, voy a intentar relatar unas ideas que me ha suscitado la convocatoria a la huelga promovida por el sindicato de estudiantes para el jueves, 24 de noviembre. Es interesante analizar los resultados del seguimiento efectuado en Decroly. A medida que los tutores de los alumnos de Decroly pasaban la información al jefe de estudios, Pedro Cuesta, sobre las decisiones adoptadas por los estudiantes de unos y otros grupos de FP Básica, Grado Medio y Grado Superior, mis comentarios a Pedro Cuesta abundaban en el hecho de la toma de decisiones del alumnado en libertad y de las razones que avalan su adhesión a esta convocatoria.
Cierto es que una parte considerable de los alumnos de este centro de FP son mayores de edad y, por tanto, sus decisiones en este sentido –ir o no ir a la huelga-, y en cualquier otro, merecen todo mi respeto. También, como no, defiendo la autonomía de quienes siendo menores de edad adoptan una u otra posición a la hora de enfrentarse ante una disyuntiva como la que hoy describo. Eso sí, considero muy apreciable que, independientemente de la respuesta positiva o negativa al llamamiento a la huelga pronunciado por el sindicato de estudiantes, muchos de nuestros alumnos, me consta, lo han debatido con sus padres y/o tutores. ¡Chapeau!
Hace pocos días leía en un periódico digital una cita muy sabia, a mi entender. Se refería a la relación de los hijos con sus padres y a las diferentes posturas que adoptan en las distintas etapas de la vida. El autor hablaba en primera persona, tal vez expresando su propia experiencia. “En la infancia les admiramos, en la adolescencia les rechazamos, en la juventud les olvidamos,…” Finalizaba su reflexión afirmando: “y de mayores les redescubrimos como personas de carne y hueso”. En fin, me llamó la atención el escrito y me ha parecido oportuno citarlo como fuente de reflexión sobre el hecho puntual del seguimiento o no de la huelga de estudiantes del pasado jueves y, a mayor abundamiento, del papel de los padres/tutores en la difícil tarea de educar a sus hijos.
El hecho es que, en Decroly, según informó el jefe de estudios a todo el claustro, la actividad académica se desarrolló con “normalidad”. Cierto es que algunos alumnos de dos grupos de Grado Medio y de cinco grupos de Grado Superior notificaron por escrito a través del tutor, siguiendo el protocolo establecido para estos casos, su decisión de adherirse a la huelga y, por tanto, no asistir a clase el jueves pasado. Por el contrario, los estudiantes de los seis grupos de FP Básica, de cuatro grupos de Grado Medio y de cinco de Grado Superior, declinaron la propuesta del sindicato de estudiantes y asistieron a clase como cada día, sin incidencia destacable alguna .
Me parece interesante recordar que la mayor parte de las personas matriculadas en Decroly pertenecen a la denominada Generación Z, colectivo de ciudadanos nacidos a partir de 1995, según una cualificada corriente de
expertos. Ellos pueblan mayoritariamente las aulas de FP Básica, Grado Medio y Grado Superior de Decroly. Describía esta cohorte de adolescentes y de jóvenes con amplitud de referencias en mi entrada LOS CHICOS DE LA GENERACIÓN Z PUEBLAN LAS AULAS DE DECROLY, publicada en este blog el 8 de mayo 2015.
La sociedad del siglo XXI reserva un papel determinante a esta generación de jóvenes. Sobre sus hombros descansará, dentro de muy pocos años, los pilares básicos de una sociedad mundializada, altamente tecnificada, caracterizada por los más impactantes cambios y transformaciones socioeconómicos jamás acaecidos. Por ello, esta generación en su conjunto, desde su núcleo más representativo –la familia-, pasando por la escuela y por los más variopintos entornos impulsados por la imparable evolución tecnológica, el fenómeno creciente de la multiculturalidad y el plurilingüismo, entre otros, ha de asumir un papel protagonista hasta ahora desconocido, en muchas de sus facetas.
En este contexto descrito emerge un valor al alza con fuerza y determinación. Me refiero a la educación. No quiero embarrar esta entrada con el totum revolutum al que aludía en la entradilla. Pero si dejaré dos ideas importantes.
Una, se le atribuye a Richard Riley quien fuera Secretario de Educación de la administración americana durante los dos mandatos del presidente Bill Clinton, entre 1993 y 2001. Dice así: “Estamos preparando a nuestros estudiantes para trabajos que aún no existen, en los que tendrán que usar tecnologías que no han sido inventadas, para resolver problemas en los que no hemos pensado todavía”.
Otra, se aproxima a la cotidianeidad de las personas, a las relaciones de los padres con sus hijos en esta sociedad que compatibiliza y contrasta valores de la era analógica de los abuelos y, en casos minoritarios, de los padres de nuestros discentes, con los de la era digital de los más dignos representantes de la Generación Z que pueblan nuestras aulas.
Precisamente porque Decroly se ha erigido en el adalid de las buenas relaciones con los padres de alumnos, a través de las tutorías semanales, somos conscientes del difícil papel que desempeñan en materia de educación de sus hijos. Existe una consolidada dualidad entre padres e hijos marcada por la disyuntiva entre autonomía personal y dependencia necesaria. Por otro lado, concurren serias dificultades por parte de unos y otros para armonizar las relaciones paterno-filiales con la inherente necesidad de sentirse libres y emancipados.