Miguel Ángel Serna presentó el libro “Memorias del niño que fui”

El pasado domingo, 30 de julio, el catedrático de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Santander, consejero de Educación Cultura y Deporte del Gobierno de Cantabria desde junio de 2011 hasta setiembre de 2015, Miguel Ángel Serna Oliveira, presentó el libro “Memorias del niño que fui” del escritor santoñés José Ramón Alonso Belaustegui

El evento se celebró en el incomparable marco del Teatro Liceo de Santoña. Un lleno absoluto del recinto, y la asistencia de una nutrida representación de la sociedad civil de aquella localidad, realzó un acto cultural de extraordinaria relevancia e impacto social en la marinera villa de Santoña.

En la mesa presidencial, José Ramón Alonso estuvo acompañado por el alcalde del municipio, Sergio Abascal; por Roberto Lavín, realizador de la fotografía de la portada y contraportada del libro y por el ponente de la presentación, el mencionado Miguel Ángel Serna.

En el aforo estuvieron presentes, además de familiares y amigos, personas destacadas a nivel local, nacional e internacional, en su caso. Allí se dieron cita, y tuve el honor de acompañar, Javier Aparicio, ganador del Certamen Literario Santoña, la Mar 2015; José Campos, empresario; Sergio Garcia, campeón de España del peso súper welter; Daniel Rasilla, excampeón del mundo de full contacto y excampeón de España de boxeo; Tomas De Teresa, atleta olímpico y múltiple campeón de España y Europa en 800 metros lisos y José Ignacio Barruetabeña, siete años campeón de España del peso súper medio y campeón del mundo iberoamericano, entre otros.

El acontecimiento fue presentado y conducido por Luis Cardiel, persona entrañable y querida en, posiblemente, una de las más antiguas y oriundas villas marineras de Cantabria, cual es Santoña.

Memorias del niño que fui” es el segundo libro que publica José Ramón Alonso Belaustegui. El contenido de esta obra gira en torno a un innumerable número de episodios en los que el autor relata experiencias de todo tipo vividas por los niños, adolescentes, jóvenes y personas adultas de Santoña durante el período comprendido entre finales de los años setenta y principios de los noventa.

Quiero señalar, finalmente, un recuerdo memorable que me ha suscitado este acontecimiento cultural. Lo plasmé en mi entrada MEMORIAS DE UN NIÑO DE MI PUEBLO, el 13 de mayo de 2016. El escrito fue publicado en este blog Rincón del Director para anunciar el lanzamiento del primer libro de José Ramón Alonso, presentado el día 25 de de junio en el emblemático Castillo de Argüeso, situado en término municipal de la Hermandad de Campoo de Suso, bajo la experta batuta de su alcalde Pedro Luis Gutiérrez.

 

Presentación del libro:
“Memorias del niño que fui”
de José Ramón Alonso Belaustegui

por Miguel Ángel Serna Oliveira

 

Agradecimientos

Muy buenas tardes amigas y amigos de José Ramón Alonso.

Para mí es un honor participar en esta presentación y le agradezco a José Ramón su invitación a compartir con él esta amable velada.

Quiero, en primer lugar, dar un saludo cordial a las autoridades del municipio de Santoña, de forma particular a su Alcalde. La presencia de tantas personalidades y deportistas de élite dice mucho de las gentes de Santoña y du entorno.

No quiero olvidarme, porque es de justicia, hacer llegar también el agradecimiento a la Editorial “Círculo Rojo”. He de decir que tanto desde un punto de vista formal, como por la calidad del papel y la encuadernación, la edición me ha parecido extraordinaria. La Editorial Círculo Rojo tiene como lema una frase de Emily Dickinson: “Para viajar lejos no hay mejor nave que un libro”. El volumen que hoy presentamos corrobora de manera singular esta afirmación.

Por último, pero no menos importante, quiero hacer presente el agradecimiento a la dirección del Teatro Casino Liceo de Santoña por ceder sus instalaciones para este acto cultural. Estamos en un marco histórico, para presentar un libro de relatos históricos. No cabía un lugar, por tanto, más apropiado.

El Autor

Muchos de ustedes conocen mejor que yo y desde hace más años a José Ramón Alonso Belaustegui. Le han conocido de niño y le han visto crecer hasta la persona adulta, entrañable, alegre, deportista y señorial que hoy es. Para mí ha sido un conocimiento reciente, convirtiéndose en una de esas maravillosas sorpresas que te da la vida.

José Ramón nace en Santoña el 16 de diciembre de 1969. No sé si José Ramón ha caído en la cuenta de que nacer en diciembre para un niño es una pequeña condena: eres el más pequeño de tu quinta y ello te obliga a madurar más deprisa. Nace en Santoña, se cria en Santoña, y, tras unas ausencias por motivos de su profesión, vive en Santoña. José Ramón no se entiende sin esta Villa que lleva en sus entrañas. En este sentido es un privilegiado.

Hace un par de días tuve ocasión de pasear con José Ramón por las calles de Santoña. Avanzar era difícil, por los continuos saludos y paradas obligadas. Me imagino a José Ramón, en un domingo de verano, saliendo a comprar el pan para el desayuno y regresando a casa para el aperitivo, de tanto saludar. ¿Hay alguien de Santoña, de Santoña de la toda la vida, que no conozca a José Ramón, o que José Ramón no lo conozca? Es, sin duda, historia viva de esta preciosa, abierta y, al mismo tiempo, recogida Villa.

Una historia viva que se hace presente en su libro “Memorias del niño que fui” al que paso a referirme ahora.

El libro

“Memorias del niño que fui” es un libro de relatos autobiográficos. A lo largo de sus más de 300 páginas, en breves capítulos, se van desplegando ante nuestros ojos, con una extraordinaria riqueza de detalles, una variedad sin fin de anécdotas, vivencias, sucedidos, leyendas, aventuras, juegos, historias, personas, lugares, costumbres y tradiciones. Cerca de 80 capítulos que nos muestran el transcurrir de los días de verano, otoño, invierno y primavera de un niño, primero, y de un adolescente, después, que juega, compite, se divierte y va formando su carácter, en las calles, plazas, aulas, bares, comercios y discotecas de Santoña. Cerca de 80 historias que son narradas con gran maestría literaria.

En la contraportada del libro, en la pequeña referencia biográfica del autor, se dice: “Su vocación por la escritura es innata, lo mismo que su prodigiosa memoria para aprender y recordar”. El libro que hoy presentamos es un certificado notarial de la buena memoria de José Ramón Alonso. Cientos de nombres, de niños y adultos, muchos de ustedes estoy seguro, están presentes en sus páginas, con rasgos, descripciones y detalles sorprendentes.

Déjenme demostrárselo con un simple texto del capítulo titulado “Los campeonatos de las canicas”. Dice así:

“Los cuatro barrios maestros o santuarios de este divertido juego son el Cuartelillo, San Antonio, la Cantera y Corea, aunque en el del Matadero también he oído que echan buenas partidas.

 Partiendo de la base de que soy un auténtico paquete a esto de las canicas, tengo que decir que me encanta ver a los grandes jugadores de este arte con las bolitas de cristal.

 Iñaki y Javi Argos son de la calle Los Claveles y pertenecen a esa estirpe de tiradores habilidosos que te vacían la bolsa de canicas en cuatro jugadas.

 Se disputa la final en el Cuartelillo en esta tarde primaveral.

Aparte de los dos fenómenos mencionados, también han venido Tomás Cavada, de la calle Juan de la Cosa, José Luis Merchán, del barrio de Corea, Luis Macho, de San Antonio, Pedro María Martínez, de Peralvillo, y Carlos Sarraga, de la Cantera. Un elenco de estrellas de la canica que se disputan llenar sus bolsas o quedarse sin ellas.”

Continúa José Ramón describiendo cómo la partida se ve bruscamente interrumpida “con la aparición de los mayores cuatreros de canicas de la localidad, Serbio el Araña y Sotel”, de los que José Ramón, que es el único que no sale corriendo, se salva gracias a la intervención de Ramón Dual, un chico gitano, hijo de Saturnino.

Veinte nombres propios de personas y lugares en menos de una página, y el libro, como decía, tiene más de 300.

Para la mayoría de nosotros, la niñez es la etapa dorada de la vida. Claramente también lo fue para el autor del libro, que nos presenta su infancia y adolescencia con pinceladas certeras, que a todos nos traerán recuerdos de las nuestras.

Sentimientos de alegría y de tristeza; de comedia y de tragedia, se hacen presentes en sus páginas, percibidos con los ojos del niño y la reflexión del adulto.

Estampas costumbristas que nos hacen revivir los cambios sociales y la vida industrial de una Villa llena de vida y actividad, como Santoña.

Y todo ello mientras describe, con pelos y señales, las calles de la Santoña de finales de los 70, los 80, y principios de los 90; con sus comercios, talleres y bares.

Junto a las descripciones, José Ramón detalla múltiples vivencias personales. ¿Quién no ha tenido de niño miedo al pinchazo de un practicante? También José Ramón, que nos cuenta con gracia propia de sainete, su huida de la tortura, en el verano del 78. Así nos lo narra:

“Federico, el practicante, es un hombre que destaca por la sabiduría y la humanidad que desprende, pero sus jeringuillas me dan terror solo de imaginármelas.

 

 -Hay que darle la del tétanos –afirma Fede después de comprobar la herida.

 -¡La del tétanos no! –imploro

 -José Ramón, es para prevenir. La herida no requiere puntos, pero al haberte cortado en una zona de paso de animales, es lo conveniente –explica el practicante.

 Mi mente se bloquea, he escuchado que los pinchos de la vacuna contra el tétanos son los más largos y afilados. Con los calzoncillos abajo, sumiso, sin casi capacidad de reacción, decido, no sé por qué, salir de allí por patas como Dios me trajo al mundo. Cruzo la carretera y me lanzo en huida sin destino fijo.

 De repente, me doy cuenta de que estoy en cueros junto a la iglesia, justo en la hora en la que acuden a rezar el rosario.”

 Con las páginas del libro, pasamos de la risa a la sonrisa, de la emoción a la incredulidad. En ocasiones, la tensión del relato se hace tan intensa que parece estamos leyendo un thriller de Frederick Forsyth, como cuando narra la entrada en “La casa de Drácula” o “La operación ciruelo”, en la que nos describe el asalto del autor, acompañado de Juanma Callejo, Víctor Panojo y Fernando Royo, al ciruelo de la huerta de Meave, que acabó en huida precipitada y un esguince de grado tres de Callejo al tener que lanzarse desde el árbol a la calle.

Capítulo a capítulo, los relatos se suceden llenos de variedad, gracia y realismo cervantinos.

Un realismo que se hace crudo en los relatos de las no infrecuentes peleas de niños y no tan niños, descritas con detalle de guionista de película del Oeste, como la que enfrentó a los jóvenes de Santoña con los recién llegados alumnos de la academia de suboficiales del ejército. Todo, ya se pueden imaginar, por un piropo o una mirada inoportuna como disculpa.

Pero el libro de José Ramón Alonso no es solo descripción detallada y colorida de los acontecimientos infantiles, que pasan ante nuestros ojos como fotogramas de una película o pinceladas de un cuadro costumbrista. La reflexión se hace también presente, mostrando cómo el bien y el mal, la bondad y la crueldad, la libertad en definitiva, va forjando la personalidad de cada uno desde la infancia. Porque los niños pueden ser generosos, como cuando el autor se lanzó a la fuente de San Antonio para sacar a un niño que se ahogaba o libró del ahorcamiento a un perro llamado Yako, sufriendo como consecuencia una de esas injusticias de la vida; pero los niños también pueden ser crueles, aunque sean crueldades de escupitajos y meadas, como las que se describen en algunos de los relatos, o bromas pesada, como la que dejó al ya citado Fernando Royo buscando monedas de plata en el fuerte de San Carlos para enseñarle que “donde las dan las toman”.

A las dotes narrativas de que hace gala José Ramón Alonso en su libro, se une un alma de poeta. La poesía, presente en todas las páginas del libro, se hace explícita en algunos capítulos, como en el que lleva por título Amanece, que me voy a dar el lujo de leer:

“Amanece de nuevo en el caminar.
 No hay pasado amargo y oscuro, solo presente manifiesto, futuro esperanzador.
 Amanece de nuevo en el caminar, porque cada uno trazamos nuestro destino, hacia el final, hasta la eternidad.
 Amanece de nuevo en el caminar, en cada paso, en el dibujo de un nuevo día, en la frescura del aire que llena nuestros sentidos, en la luz del sol que ilumina la delgadez de lo efímero, de lo inesperado.
 Despierta tu corazón, la vida aún llama en el vestíbulo de la imaginación.
 Amanece de nuevo en el caminar.”

 He leído el libro de punta a cabo y lo he disfrutado como hacía tiempo no disfrutaba de un libro. Y lógicamente lo recomiendo. Cómo no voy a recomendar un libro que te emociona, como me he emocionado yo, con algo tan simple como el gol de José, el chico tímido y callado, que nunca pide tirar las faltas y que marca un golazo por toda la escuadra el día que José Ramón, como entrenador del Conservas Fontanilla, y ante la sorpresa de todo el mundo, decide que sea él el Ronaldo del equipo.

Cómo no voy a emocionarme con el recuerdo agradecido y cariñoso a su maestro don Ricardo Cornejo, que es reflejo del cariño y agradecimiento que todos tenemos hacia quienes han dado su vida para hacer más grande la nuestra.

Cómo no voy a recomendar un libro que es capaz de descubrir la mezcla de alegría, nostalgia y tristeza presente en toda gran fiesta, como la de nuestra Madre la Virgen del Puerto, porque siempre hay seres queridos que ya no la disfrutan con nosotros.

Me he reído, me he emocionado, me he enfadado, he recordado, he revivido, he aprendido, he rezado. Cómo no voy a recomendar un libro que con una prosa rica, pero no barroca; ágil, pero no vulgar; descriptiva, pero no ausente de reflexión, nos habla de una infancia de calle y vida; de luces y sombras; de bien y mal; de compañerismo y burla.

Termino

José Ramón, has abierto el extraordinario tesoro de tu memoria y has escrito un gran libro. Un libro que hará las delicias, estoy seguro, de tus paisanos de Santoña y de todos aquellos que, como yo, quieran volver a vivir contigo, con tus recuerdos, esos años felices que para todos son los años de la infancia. ¡Enhorabuena!

Y a ustedes, muchas gracias por su paciencia y su atención.

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