La eclosión y el posterior impacto socioeconómico de la informática y de las tecnologías de la información y de las comunicaciones (TIC) a partir del último cuarto de siglo pasado sentaron las bases de lo que se ha venido a llamar la era digital
El hecho de que esta efemérides coincida en el tiempo con la fundación y establecimiento del centro de Formación Profesional Decroly (1978) nos ha permitido participar en vivo y en directo en la maravillosa aventura de navegar por la aguas de las TIC desde sus orígenes. La apuesta de Decroly por la creatividad, la innovación y el emprendimiento en clave de calidad, sin fisura alguna, utilizando recursos TIC en el día a día de su actividad académica, ha sido el santo y seña de nuestro centro.
El cambio paulatino, en progresión geométrica en lo que llevamos de siglo, experimentado en el ámbito empresarial, social y educativo, entre otros, no tiene parangón en épocas precedentes. En su consecuencia, el sistema educativo se ha beneficiado sustancialmente gracias a la incorporación del uso cotidiano de las TIC a los procesos de enseñanza aprendizaje.
En El PC cumple 35 años, publicado el viernes 19 de este mes de agosto, quise adherirme al homenaje mundial al PC, a IBM y a cuantas entidades y visionarios hicieron posible su generalización, tanto en el ámbito empresarial y profesional como en el personal. Por razones históricas, la aparición del PC coincide con la etapa más ilusionante y creativa de la primera década de Decroly en la que se conformó el diseño y estructura sobre cuyos elementos se han asentado todos los procesos evolutivos posteriores.
Adelantaba en aquella entrada una próxima reunión con el “padre” de la informática en Decroly, Marcelino Lucio (Marce)-, hoy Jefe de Servicio de Informática del Ayuntamiento de Santander, y otros insignes profesores del área que dejaron una huella imborrable en los anales de nuestro centro. El encuentro se produjo el miércoles pasado. La terraza del Mesón Navajeda de Soto de la Marina fue testigo de una cita emotiva, organizada por Marce, a la que asistieron, también, Ignacio de la Mora (Nacho) y Carlos Omaña.
Durante más de tres horas conversamos sobre multitud de temas personales y profesionales. Hacía años que no nos veíamos, a pesar de residir relativamente cerca uno de otros. Esta circunstancia provocó que pasáramos revista a nuestra propia realidad familiar, en la que los hijos de unos y otros tuvieron un protagonismo principal y, en mi caso, ampliado al de mis nietos. Y, ¡claro que sí! hablamos largo y tendido del sector de la informática, de su repercusión en el tejido productivo (más limitado de lo que mucha gente cree, según palabras de Nacho y Carlos), de sus y mis experiencias maravillosas durante aquellos primeros años de vida de Decroly en los que la informática y las TIC se abrían paso para revolucionar la vida de nuestro centro y de los alumnos de la época, de la realidad sociopolítica actual,…
Recordó Marce Lucio su participación en el evento del XXV Aniversario de Decroly que tuvo lugar en la Cámara de Comercio de Santander -hoy Cámara Cantabria- en el que tuvo un protagonismo especial, en representación de los profesores que habían pasado por nuestras aulas. En su conferencia plasmó brillantemente, en mi opinión, el espíritu de Decroly, vigente hoy en día.
Marce siempre ha sido una persona muy bien organizada. Por ello, tal vez, no le ha sido difícil encontrar el discurso pronunciado en aquella fecha tan significativa para todos los decrolianos. Me lo envió y, al leerlo, tengo que reconocer que he sentido una especial emoción. Por ello, en este contexto de la celebración del 35 aniversario del PC, tengo el honor de presentaros esa reflexión que, sinceramente, me alegro poder disponer y tener la posibilidad de hacer pública para conocimiento de la actual comunidad educativa y para dejar constancia de una opinión tan cualificada como es la de Marcelino Lucio. ¡Gracias, Marce!
XXV Aniversario de Decroly
1978-2003
Cámara de Comercio de Santander
Marcelino Lucio Saiz
“Debo tener buena memoria, porque aún recuerdo la primera vez que entré por la puerta del Centro para solicitar un puesto de trabajo, y eso fue el siglo pasado…
Llegaba uno recién licenciado por partida doble (de la Facultad de Ciencias y del servicio militar) temiendo que archivaran el currículo en una especie de agujero negro del que nunca más saldría. Para mi sorpresa, pocas semanas después me encontré impartiendo clases en Formación Profesional y con un puesto de trabajo estable. Era el año 1982. Más tarde pude comprobar que mi caso no era excepcional; por el contrario, la mayor parte de mis compañeros docentes habían pasado por una experiencia similar. Me interesa resaltar este aspecto, que da idea de la apuesta que Decroly siempre ha hecho por los jóvenes que intentaban abrirse camino en el mercado laboral, y que sin duda le ha dado tan buenos resultados.
Desde entonces, y hasta hace dos años, cuando otras obligaciones profesionales me impidieron continuar con la labor docente, he tenido el privilegio de colaborar con mis antiguos compañeros y amigos a hacer de Decroly un centro de formación que actualmente constituye una referencia indiscutible en el sector de la enseñanza especializada en Cantabria. Si algo ha caracterizado a nuestro centro desde el principio de su andadura ha sido la permanente orientación profesional, así como la apuesta por la innovación tecnológica.
Precisamente mi labor docente se centró de forma casi exclusiva en la Tecnología de la Información, área que en ese momento comenzaba a desarrollarse en la enseñanza media. De aquellas primeras promociones surgió un buen número de profesionales de la Informática que hoy ocupan puestos de relevancia en diferentes empresas cántabras.
De todos es conocido que hace veinte años los medios informáticos no estaban al alcance de cualquiera. Sin embargo, ya por entonces, los profesores de Decroly entregaban sus notas de evaluación en hojas que eran procesadas por ordenador con la ayuda de un lector de marcas ópticas; por cierto, de fabricación española y casi artesanal.
La continua renovación tecnológica nos permitió trabajar con una amplia variedad de productos y fabricantes: Bull, Columbia Data, los primeros PC’s de IBM, los primeros portátiles (que sobre todo eran muy indicados para mantenerse en forma, pues pesaban no menos de doce kilos…), aquellos Amstrad que eran como el seiscientos de la informática… no había manera de acabar con ellos… Más tarde llegaron los entornos gráficos, las redes, los sistemas operativos modernos y, como no, el mundo Internet.
A principios de los años 90 comenzamos a experimentar con Internet persiguiendo un objetivo claro: facilitar el acceso de nuestros alumnos a esta extraordinaria tecnología. Se llevaron a cabo varias experiencias intentando superar las limitaciones que entonces imponía la baja velocidad de las líneas de comunicaciones; pero realmente fue la implantación de las líneas RDSI la que nos permitió poner en manos de alumnos y profesores las herramientas que a nuestro juicio, iban a ser la base de la comunicación en adelante.
Decroly fue uno de los centros pioneros en Cantabria en implementar esta tecnología incorporando un servidor de correo electrónico en Internet y un dominio propio, posibilitando tanto a profesores como alumnos el disponer de cuentas de correo gestionadas por nosotros mismos. Es de justicia reconocer el compromiso de la Dirección del Centro que inmediatamente impulsó este proyecto, compromiso que entre otras cosas se plasmó en un importante esfuerzo económico, haciendo frente a facturas mensuales de muchos ceros, ya que el servidor de correo electrónico debía mantenerse conectado permanentemente a la línea de comunicaciones y por entonces lo más parecido a la factura plana era la hoja en la que se imprimía…
Si la faceta técnico-profesional es importante, existe otra crucial en cualquier organización a la que me gustaría referirme ahora: se trata de las relaciones laborales y humanas.
Algo que llamó mi atención desde el primer día en que me incorporé al Centro fue constatar como los compañeros ya experimentados me prestaron todo su apoyo. Cualquiera que se haya dedicado a la enseñanza sabe lo duro que resulta el primer año para un profesor novato. Lo cierto es que gracias este apoyo conseguí integrarme rápidamente en la comunidad educativa, tanto que no mucho tiempo después fui elegido representante sindical, lo que me permitió conocer más profundamente la problemática de la enseñanza, entonces subvencionada y ahora concertada, así como mantener un contacto casi permanente con la dirección.
A este respecto, me vienen a la memoria tantas y tantas reuniones (a las que por cierto, tan aficionado es Javier, como la mayor parte de los presentes ya conoce) en las que se mezclaban los temas laborales con los puramente académicos. Reuniones que comenzaban en algún despacho del centro y horas después continuaban tomado una cerveza o discutiendo los detalles en su propia casa. Más de una vez se alargaron hasta las dos o las tres de la madrugada, especialmente en esos momentos delicados, casi de “crisis”, por los que inevitablemente pasa toda institución en un periodo de tiempo tan prolongado. Afortunadamente, cuando existe un objetivo común cualquier problema puede superarse, de manera que la buena disposición de todas las partes y la capacidad de diálogo nunca se perdieron, facilitando la continuidad de la organización.
En el orden académico, fuimos conscientes de las limitaciones que los rígidos programas reglados imponían a la formación de nuestros alumnos. Seguramente Javier recordará una reunión que mantuvimos en la Delegación de Educación y Ciencia, durante la cual y con relación a los estudios de Informática de Gestión se nos pidió que en la asignatura de Programación nos abstuviéramos de impartir más lenguajes que los que estaban estipulados en el plan de estudios (que por cierto, databa del año 78). Fue la primera vez que escuche la famosa frase “programa, programa, programa”… En este punto, justo es reconocer el acierto que ha supuesto la implantación de los actuales Ciclos Formativos, que permiten una importante flexibilidad y dotan de cierta libertad a los centros de enseñanza en cuanto a establecer el contenido específico de las materias a impartir.
Sin embargo, en aquellos momentos no quedaba otro remedio que echar imaginación al asunto. De esta forma, la estrecha colaboración entre la dirección y los profesores permitió encontrar soluciones a través del diseño de numerosos programas formativos que complementaran a los reglados. Así, vieron la luz programas de formación a corto, medio y largo plazo: desde los cursos intensivos de manejo de herramientas ofimáticas para alumnos y profesionales de la empresa, hasta completos programas de formación a 3-4 años con garantía de prácticas remuneradas.
Se trabajó mucho y me consta que se trabaja actualmente si cabe con más intensidad que nunca en la integración laboral de nuestros alumnos, a través de continuos contactos con las empresas del entorno con objeto de facilitar su acceso a un puesto de trabajo especializado. Al fin y al cabo, éste es el objetivo fundamental de la formación profesional.
No quisiera terminar sin antes agradecer a los alumnos que han pasado por el centro los más buenos que malos momentos que me han hecho vivir a lo largo de mis dieciocho años de dedicación a la docencia. No hay mayor orgullo para un profesor que ver como sus antiguos alumnos acaban siendo unos profesionales reconocidos. Gracias, porque he aprendido mucho de vosotros. ¡Si hasta me he hecho una chuleta para la ocasión!”