La historia que vais a leer no os dejará indiferentes. Está escrita a puño y letra por Gustavo Pérez Navarrete, un joven cántabro de El Astillero que, en el curso 2012-2013, decidió matricularse en Decroly “contra viento y marea”; el viento escenificado en una recomendación de los responsables de orientación del centro en el que cursó los estudios de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y la marea concretada en la inicial opinión de sus padres que deseaban a toda costa que continuara su formación a través de la opción de Bachillerato
El texto que transcribo a continuación de esta introducción es un “copia y pega” del escrito que me remitió Gustavo el miércoles 06 de julio. Todo empezó en una reunión de la coordinadora de programas y proyectos europeos con los alumnos recién retornados de Malta, Croacia, Alemania, República de Irlanda e Irlanda del Norte una vez finalizada su movilidad Erasmus.
En un momento del encuentro de los estudiantes Erasmus de Decroly con la profesora que lidera las relaciones institucionales de este centro de Formación Profesional y el SEPIE, Servicio Español para la Internacionalización de la Educación, Marta Guzmán, pasé al aula en la que estaban cumplimentado su informe final necesario para su posterior remisión al SEPIE. En ese momento, asimismo, realizaban la preceptiva prueba de evaluación lingüística final, On Line Linguistic Support, OLS.
Lo que inicialmente pretendía ser un saludo sin protocolo alguno, para escuchar opiniones, conocer experiencias vividas y evaluar todos juntos los puntos fuertes y las áreas de mejora, en su caso, de sus respectivas movilidades Erasmus recién finalizadas, se convirtió en una tertulia superinteresante por la cantidad y calidad de las manifestaciones de todos y cada uno. ¡Qué orgulloso me siento de estos jóvenes, hoy graduados, fiel reflejo de una Generación Z emergente, llamada a liderar el desafío que representa la globalizada, multicultural y plurilingüe sociedad de este primera parte del siglo XXI!
El encuentro se prolongó más de lo inicialmente previsto. Me encontraba cómodo y satisfecho con el grupo y con Marta igual que relajados y felices se mostraban ellos conmigo. Fue emocionante para mí comprobar el alto grado de satisfacción que emergía de su más íntima convicción por haber sido sujetos agentes y pacientes de una vivencia personal y profesional sin parangón alguno en sus vidas. Hubo momentos, incluso, para jocosidades con las que nos reímos todos juntos. Una de ellas, de la que fue protagonista Gustavo, me sorprendió: «¡Caray, Javier, hoy no llevas corbata!»
Propuse a Gustavo y a sus compañeros escribir unas líneas para contar a la comunidad educativa de Decroly cómo se fraguó su llegada al centro y describir aquellas anécdotas de cualquier tipo vividas en estos años que, a buen seguro, recordarán en el futuro. Gustavo cogió el testigo de mi invitación y me remitió el escrito que adjunto. Me impresionó. Lo afirmo con absoluta sinceridad. Tal es así que, coincidiendo con la celebración del Claustro de fin de curso, iniciado el día anterior, me permití, dentro de mi informe habitual, incluir la lectura literal que hoy hago pública con el visto bueno y consentimiento de Gustavo.
Dejo constancia con estas líneas la estupenda impresión causada al profesorado y el reconocimiento expreso a este joven ejemplar del que todos nos sentimos particularmente orgullosos.
Decroly… de la base a la cúspide
Martes, 05 de julio de 2016
Gustavo Pérez Navarrete
Graduado en Administración de Sistemas Informáticos en Red -ASIR) en Decroly
Gustavo. 17 años, recién salido de la Educación Secundaria Obligatoria, con la recomendación por parte de un estudio realizado dos semanas antes de finalizar el curso, de trabajar de jardinero debido a que no era muy buen estudiante. Y por otra parte obligado a hacer el Bachillerato por que en aquellos tiempos la FP no estaba muy bien vista… Era como se denominaba por aquel entonces el llamado “Curso de Diversificación”, la gente decía que ahí solo iban personas con dificultades y vagos, que no era ni la mitad de duro que un curso normal. Yo como defensa, he de decir que se trabaja igual de duro que en un curso normal, pero a diferente ritmo.
También se decía que era mucho mejor el Bachiller, que te abría muchísimas puertas y que a la hora de conseguir un empleo era más fácil que te contratasen si poseías un título de Bachiller en lugar de otro de Formación Profesional.
Yo lo tenía muy claro. No iba a ir a Bachillerato ni loco, “Ni de coña” si se me permite la expresión.
Entonces, hablando ya seriamente con profesores de secundaria, me comentaron que empezaban a ponerse de moda eso de los Módulos de Formación Profesional, y como ellos me conocían muy bien y sabían que me gustaba esto de los ordenadores y aparatos electrónicos, me recomendaron hacer un curso de Grado Medio de Informática.
Entonces yo empecé a meditar:
“No pienso estudiar más, pero la informática me encanta.”
Entonces, por mi cuenta, empecé a revolver por toda la provincia centros en los que se impartiera un curso de “Informática”, hasta que en una empresa, INSETEC, en la que hice unas prácticas laborales días atrás, me comentó:
“Prueba a solicitar plaza en Decroly. Es un centro especial en el cual la gente que he cogido de allí sale muy bien formada y siempre dicen maravillas acerca del trato de los profesores y de la gente en general”
Entonces me dije a mi mismo:
“Por probar no se pierde nada, por lo tanto manos a la obra”
¡Y así fue! Me cogí el primer bus hacia Santander y con mi teléfono Nokia (Si, Nokia, no había más Smartphone por aquel entonces). Saqué el mapa y establecí como destino la calle Perines 18.
Qué edificio más raro, parece una vivienda más que un centro educativo.
Cabe decir que mi concepto de centro educativo era un buen patio lleno de profesores que te impiden la salida una vez que ya has entrado.
Decidido a entrar, me encontré con la secretaria, Sandra, quien rápidamente me dio un boletín informativo con todos los centros que impartían “Sistemas Microinformáticos y Redes” no “Informática” como yo pensaba. Y no solo eso sino que me dio la hoja de inscripción que podía cumplimentar en mi casa y hablarlo con mi familia.
Como no tenía otra cosa mejor que hacer, me dirigí al centro María Inmaculada, también ubicado en Santander. La experiencia se puede resumir en “poca profesionalidad”. Me explico: entro por la puerta, llego a secretaría, espero una hora por que había una fila horrible, para que al final la secretaria me dijera:
“Ahí, a tu derecha tienes los folletos con información”.
Yo me quedé con cara de tonto y respondí:
De acuerdo, gracias.
Y me marché, no muy alegre que digamos, y con una elección bastante clara: “DECROLY”.
Y, efectivamente, hablé con mi familia y me dieron el visto bueno para apuntarme ahí.
Llegó el primer día de clase, cojo con ilusión el tren para llegar lo antes posible y empezar el curso. No puede ser, había huelga de trenes y me dejaron tirado más de 30 minutos parado en Nueva Montaña. Yo tenía un nudo en la garganta pensando:
“Esto no está pasando. Primer día, primer retraso, a ver que disculpa pongo yo ahora y a ver que castigo me espera…”
Finalmente llego a Decroly dos horas tarde, entro en el edificio y no tenía ni idea donde estaba eso del “Aula 8”. Entonces se me acercó uno y me dijo:
“¡Qué pasa pollo!, ¿Andas perdido por la vida?”
Yo contesté todo preocupado:
”Si, ¿no sabrá por un casual donde esta eso del aula 8?”
Y me respondió:
”Uff menudo señor, acompáñame y la próxima vez trátame de tú”
Sorpresa, era un tal Sergio Ibáñez quien, por otro lado, no tenía ni idea de que me iba a dar clase.
Resumiendo llego a clase y me encuentro a Miguel Ángel Rodríguez, cojo fuerza, me disculpo preparándome para lo peor y me dijo:
“Tranquilo, coge asiento”
Aquí comenzó un mundo totalmente diferente, puedes hablar con los profesores de cualquier cosa, tienes apoyo total y confianza para hablar con ellos. Eso ya era algo especial para mí.
Tras un primer curso estupendo y con una sonrisa de oreja a oreja, agradeciendo todo lo que he aprendido de Sergio Ibáñez (“¡Que pasa pollo!”), Sergio Arroyo (“¿Que, ya has hackeado Decroly?”), Nieves Marlasca (“¿Qué tal vas?”) Tomás Fernández (“Gustavo es un tío muy grande”) Miguel Ángel Rodríguez (“Deja de hacer el gilipollas y ponte a trabajar (y ZAS colleja)”.
Formé parte del 35 Aniversario de Decroly, de lo que me siento orgulloso y feliz.
Se acerca el segundo curso. Conozco a Iván Gómez; serio, muy, muy serio, como un sargento. Yo pensaba para mí:
“No todo podía ser un camino de rosas, siempre hay algún bache”
Y lo primero que me dice “Gustavo, he oído que eres un meta-crack como mi hijo Mario; tengo algo especial para ti”
Como diría Chiquito de la Calzada: “¿Comorl?” “¿Yo, un Meta-crack?”
Y efectivamente, me llevó a las Cantabria Skills, competición en la que logré un genial tercer puesto, del que me siento muy orgulloso.
Luego estaba Pablo Garralda, un forofo acérrimo del Barça, al que no le gustan las palabras mal sonantes, aunque a él se le escape alguna que otra. Me enseñó a ser puntual. Si no eras puntual había graves consecuencias, entre ellas, expulsarte de su clase. Pero también me enseño que si tienes dudas, pregunta, no te las guardes para ti, a pesar de que digan que Google es Dios, también Google se equivoca de vez en cuando.
Y Gerardo Muñiz, maestro empresarial y ligoncete, que se quedó sin suerte al ver que todos los de mi clase son hombres, y no existía nadie de género femenino. Todo lo que enseñaba lo hacía con positividad y decía que la clave del éxito es no rendirse jamás.
Se acerca el final de curso y hay que tomar una decisión: continuar estudiando o tomar otras alternativas. Revisando el panorama y viendo que Decroly ofertaba un grado superior de “Administración de Sistemas Informáticos en Red” y yo estando cómodo en Decroly, decidí apuntarme a la Prueba de Acceso. Para mi sorpresa, Decroly me echa una mano dándome clases de refuerzo con el maestro Rodrigo González, experto en matemáticas y en matrices.
También estaba Laura Piney. Demostrando muy buen dominio de Inglés. Y por último, pero no menos importante Blanca Díaz, experta en literatura.
Al final conseguí el título de Técnico Informático, yuju!
Sorpresivamente pasé la prueba de acceso, otorgándome la continuidad de mi formación en Decroly como era mi objetivo. Pero en esta ocasión, de Grado Superior.
Cambié de edificio, pasé a los “Altos Vuelos” de Decroly: General Dávila.
Ahí empecé mi formación de Grado Superior con mis viejos conocidos y con Google Maps en mano (Si, se me estropeó mi Nokia y pasé a un Smartphone con Android, un Sony Xperia).
Aquí conocí a Oscar Rodríguez, un señor que hablaba mucho de Centollos. Hasta que me enseño que él no hablaba de eso, si no de CentOS, que es un concepto totalmente diferente y nada relacionado con crustáceos. A diferencia de su padre, este no me daba collejas a diestro y siniestro, sino que intentaba enseñarte y que pudieras poner en práctica lo que has aprendido (Ojo, que su padre también enseñaba, ¡y muy bien! El único que recibía las collejas de toda la clase era yo).
Después de los avances del curso, me ofrecieron una beca Erasmus que, por desconocimiento, rechacé directamente.
Pasé a segundo curso, y una profesora, llamada Marta Guzmán, alertaba en nuestra clase de que aún quedaban plazas libres para realizar el programa Erasmus. Aquí deje caer un:
“Bueno, yo… sí quisiera hacerlo, pero me echa atrás el Inglés…”
Rápidamente y sin pensarlo me dio la hoja de inscripción y me dijo “Ánimo, es una experiencia única, apúntate, seguro que no te arrepientes y además, los que vais después no queréis volver”
Y acertó, me voy para Irlanda. Con un acento americano propiciado por el “super-ticher” (Lo sé, se escribe teacher) Tony Zorrilla, natural de la fabulosa Las Vegas.
Tras convencer a mi familia, cosa que fue una ardua tarea, hago las maletas y me fui para allá.
Tras quedarme en pelotas, literalmente, en el aeropuerto de Heathrow en Londres, consigo aterrizar de una pieza en Irlanda. Me viene a buscar un señor llamado Kenneth McCue, mi nuevo Jefe y Tutor en la empresa Sports Against Racism Ireland. Con una permanente sonrisa en el rostro, me acompaña al taxi que me deja en mi nueva casa, en un pueblecito llamado Finglas.
Allí me encuentro a Damien y June. Una pareja fantástica a la que acabe llamando Papá y Mamá. No se me olvidará la cena, espaguetis. Cenando tranquilamente a las 12 de la noche se me acerca la familia y descubro que me están hablando en inglés y que sorpresivamente entiendo lo que me dicen. Acabo de cenar y me doy una ducha.
Mañana será otro día. Al día siguiente me levanto y no salía de mi asombro, “estoy en otro país, estoy solo ante el peligro” me decía a mí mismo. Miro el reloj y son las 11, hora más que prudente en un sábado. Bajo a desayunar y descubro que el reloj marca las 10… “Marty, hemos regresado al pasado” pensé.
Y no, lo que ocurrió es que yo uso un SmartWatch. No se pudo sincronizar con mi teléfono porque le dejé el modo avión encendido. La familia me da los buenos días y me preguntan qué quiero desayunar, yo con todo mi salero les digo: “ColaCao with Biscuits (ColaCao con galletas)”
Ambos dos me levantan la ceja a lo Carlos Sobera: “CoulaCau? What’s that? (¿ColaCao? ¿Qué es eso?)”. No puede ser… No saben lo que es el ColaCao y les respondo “The drink of the youngsters (El alimento de la Juventud, quise decir)”. Después de un montón de risas encuentro un tarro de Hot-Chocolate, no es Cola-Cao pero puede pasar.
Hago un poco de turismo. Descubro que en los buses solo puedes llevar el dinero exacto y que no devuelven cambio ni aceptan billetes. Llega el lunes, ahí me espera Ken McCue y Tosin Omiyale, Jefe y Secretaria y Kerrie Clohessy, colaboradora que se pasó años en Benidorm, pero ni “papa” de español, solo chapurreaba algo. Mi primera tarea, escribir un artículo para un periódico local (Metro Éireann).
Descubro como es la empresa y veo como la mayoría de la gente en Dublín solo sabe moverse en dispositivos cuyo logotipo es una manzana mordida.
Aquí realizo actividades variadas y a su vez recorro todo el país (excluyendo Irlanda del Norte), junto a otra estudiante, igual que yo, procedente de Italia, Annalia. Guapa e Inteligente capaz de hablar inglés, español, portugués y por supuesto italiano.
También conozco a mas integrantes de SARI (Azeez Yusuff y Abdul Hajji) y en casa aterriza Andrea Jabalera, bombón procedente de Andalucía. Me encantó ese acento tan peculiar que poseen los andaluces. Llegó con su compañera Alba. Ambas venían de viaje de fin de curso y me asignaron el rol de guiarlas por la ciudad. También aproveché una charla de una guía turística, ya que me dijeron que no me separase de ellas, y como bien dice el refrán popular, o mejor, lo que yo digo: “Lo bueno, si gratis, dos veces bueno”.
Se acerca el final del programa Erasmus. Mi jefe Ken me pregunta que qué tal ha sido mi experiencia y si quisiera trabajo. Le digo que estoy emocionado y súper contento de haber estado ahí, y le respondo afirmativamente a lo del trabajo. Entonces Ken me sugiere que vaya a Cork a 4 horas en bus, porque hay una empresa buscando técnicos. Hecho el curriculum con la sorpresa de que en 2 horas suena el teléfono, resultando ser la empresa que quiere hacerme una entrevista.
Voy a la entrevista y lo que menos me esperaba fue que me dijeran “Si, bienvenido a la empresa”
Ilusionado regreso a España con esta genial noticia, ya que se me acabó el programa Erasmus.
Sólo me queda presentar el Proyecto de fin de ciclo formativo. Debido a problemas técnicos y a la falta de recursos, no pude entregar el proyecto, por lo tanto, me quedaría para septiembre. Hablando con mi tutora, y con el Jefe de Estudios, Pedro Cuesta, se hace un caso excepcional por el cual se me permite exponer en Junio pero se firman las actas en Septiembre. Es decir, adelanto el proyecto de septiembre a ahora. Me sonrió la Diosa Fortuna en el sentido que aprobé, no como para tirar cohetes pero aprobé.
Llego a casa, comento con tan buena noticia y se puede decir que ya soy Técnico Superior (Mola mucho eso de “Superior”) y no solo eso, con trabajo en el extranjero. Primer intento y diana. No todo el mundo tiene la misma suerte, y menos yo, que ni siquiera tengo el nivel B2 de inglés. Mi filosofía es “Quien la sigue la consigue” y “Si quieres, Puedes”.
Jueves, 23 de junio de 2016.
Referéndum acerca del “Brexit”. Se aprueba la salida de Reino Unido fuera de Europa.
Viernes, 1 de julio de 2016.
Recibo correo electrónico. La empresa se ha ido a la quiebra debido a que los clientes eran de Reino Unido. Efectivamente me he quedado sin trabajo.
Para acabar, solo quiero agradecer a toda la comunidad “Decroliana” su forma de trabajar, el entusiasmo que pone a la hora de enseñar. Agradecido a nuestro director, Francisco Javier Muñiz, por formar esta gran y genial comunidad educativa.
También agradecimiento especial a Javier Suarez, Marcos Urresti, Joel Villasol, Manuel Valdivielso, David González, Jorge Zamora, Alejandro Higuera, Rubén Castillo, Alejandro Torres, Celso Gil, Joan Manuel González “Zohannine”. Sin su apoyo, fácilmente no estaría aquí. Puntualicemos, ni siquiera habría hecho grado superior.
Como ex-Alumno, también quiero dar la gracias.
Primero a Gustavo, por acordarse de todos nosotros, sus compañeros a lo largo de estos años. Entre todos nosotros hicimos una pequeña familia que fue mas allá de las aulas… ( Cosa que no siempre sucede ).
En segundo lugar al centro. Tuve la suerte de haber cursado allí nada mas y nada menos que 5 años de mi vida, de los cuales casi 2 laborales… cosa que no me habría sido posible por mi solo. Por eso y mucho mas gracias a todos y cada uno de los que formáis parte y de los que la formaron durante mi etapa.
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