Hablar de proyectos en educación y formación es disertar sobre las teorías pedagógicas de insignes pedagogos del siglo XX que marcaron la pauta a seguir por maestros y profesores en su práctica docente cotidiana en esta primera parte del siglo XXI
El método de proyectos, desarrollado por William H. Kilpatrick, fue calificado en su día como una técnica de aprendizaje innovadora y revolucionaria cuyos orígenes se sitúan en trabajos preliminares del pedagogo norteamericano John Dewey. Kilpatrick, fuertemente influenciado por su coetáneo John Dewey, considerado por unanimidad de los más prestigiosos expertos como el padre de la pedagogía moderna, sostiene en su libro “Desarrollo de Proyectos” que el aprendizaje es más eficaz en la medida en que se sostiene en las experiencias propias de cada estudiante, fundamentadas en su planificación, producción e interiorización. Los resultados más satisfactorios se obtienen tanto en cuanto el aprendizaje es fruto del interés y motivación personal de cada discente.
Esta metodología, en vigor y con más adeptos que nunca, cuestiona estereotipos que han imperado en las aulas durante décadas. La misión y funciones del profesor; el uso cuasi exclusivo del libro de texto; la monotonía de la lección magistral; el concepto de asignatura y de programa de contenidos que ha evolucionado hacia planteamientos coasociativos donde el profesor se convierte en un dinamizador y facilitador del aprendizaje a través de recursos y contenidos elegidos por los propios alumnos. El aprendizaje monolítico de los contenidos de una materia ha cedido el paso a otros integrados, relevantes en el contexto personal de cada estudiante y en el socioeconómico de cada momento, a través de procesos colaborativos en los que participan al alimón alumnos y profesores.
El método de proyectos introduce un elemento esencial en la cultura educativa de la sociedad del conocimiento. Se rompe el tradicional concepto del profesor instructor, transmisor de conocimiento programa en mano y apoyado por un libro de texto, para dar paso a una figura facilitadora que dinamiza democráticamente los procesos de aprendizaje. Esa orientación profesional se realiza mediante una participación cooperativa de todos los actores del sistema con el consiguiente incremento de la motivación, facilitación de la toma de decisiones y relevancia de los resultados entendidos en forma de competencias clave, trasversales y profesionales.
La permanente interrelación del profesor con sus discípulos, y de estos entre sí, se convierte en un paradigma que refuerza los habituales vínculos de cooperación, de tolerancia y de respeto mutuo, eso sí, entre unos y otros. En un escenario de aprendizaje mediante proyectos la organización vertical del proceso –profesor habla, alumnos, escuchan- se transforma en otro contexto más acorde con la realidad sociológica en los distintos entornos familiares y socioeconómicos. Predomina el concepto de grupo de trabajo conformado por alumnos, de uno o varios grupos, y profesor o profesores en un ambiente horizontal, sin más jerarquías que las razonables, reservadas a cualquier responsable en la ordinaria vida civil de las personas. El aprendizaje por proyectos estimula el espíritu emprendedor, fomenta el contacto con la realidad, desarrolla el sentido crítico e impulsa el lanzamiento de nuevas iniciativas.
Para muchos expertos de la época, y también de hoy en día, la metodología de aprendizaje mediante proyectos sobrepasa el concepto de una técnica de enseñanza – aprendizaje. El método de proyectos se torna en un elemento esencial de la organización de un plan de estudios de formación profesional en el que prime una visión global del conocimiento y de las distintas competencias inherentes.
En este sentido, el diseño de algunos ciclos formativos de los actuales planes de estudio de formación profesional aporta un valor añadido considerable incorporando un módulo de Proyecto y otro de Empresa e Iniciativa emprendedora. ¡Ojala se extendiera este criterio a TODOS los ciclos formativos, sean de FP Básica, de Grado Medio o de Grado superior! En todo caso, la respuesta se encuentra en el tejado del profesorado, independientemente de las orientaciones y la guía que representa el desarrollo oficial de los respectivos títulos. No es un criterio rupturista, en absoluto. Se trata de implantar programaciones didácticas y procedimientos de aprendizaje en la línea que determina el método de proyectos.
En Decroly hemos defendido y desarrollado siempre el concepto de globalización y de aprendizaje colaborativo. A título de muestra, me permito aludir a dos de mis entradas más significativas a la hora de tratar este asunto. Me refiero a Pedagogos del siglo XX: el método de proyectos y a El profesor facilitador: qué debe hacer y evitar, publicadas en este blog institucional el 14 de junio y el 15 de febrero de 2011, respectivamente.
La experiencia acumulada en los últimos años en Decroly, y los resultados que se derivan, evidencian que nos encontramos en la senda correcta. Ahora bien, aunque suene a tópico, queda mucho por hacer. Sin embargo, comprobar que otros centros educativos públicos y privados trabajan en esta misma dirección refuerza la cultura corporativa que auspicia el carácter propio de Decroly y que se materializa en un proyecto educativo de centro dinámico, que aspira a dar respuesta a las exigentes demandas de la sociedad del conocimiento.
Y no me refiero a centros educativos de aquellos países más desarrollados en materia educativa. En esta ocasión citaré algunos españoles, como el Instituto público de Sils en Girona. Entre las peculiaridades a destacar de este centro sobresale el hecho de que representa lo que ya se denomina en círculos educativos progresistas una formación alternativa. Esta cultura corporativa instalada en ese instituto se distingue por su carácter abierto, inclusivo e innovador, entre otras peculiaridades.
Otro aspecto que llama la atención en el IES de Sils, y en mi opinión representa un elemento transformador de gran consideración, es la paulatina supresión de los exámenes como herramienta de clasificación. Esta medida pretende acotar su función como un indicador entre tantos para orientar y retroalimentar el aprendizaje del alumnado. La evaluación continua ponderada otorga al proyecto un peso superior al 50% de la nota, en virtud de las aportaciones individuales y grupales en forma de esfuerzo, contribución, interés,…
El método de proyectos cobra auge día tras día en todo tipo de centros educativos en nuestro país. Es el caso de aquellos pertenecientes a los Jesuitas de Cataluña, institución centenaria que, en el contexto de una profunda renovación pedagógica, ha sustituido el concepto asignatura por el de proyecto. O, como adelantaba al comienzo de esta entrada, los cambios trasformadores alternativos establecidos en el admirado sistema educativo finlandés.
Estamos hablando de un nuevo concepto de educación para responder a las exigentes demandas de la sociedad actual. El método de proyectos permite relacionar los contenidos de todas las disciplinas del currículo. Ello implica, eso sí, modificar algunos criterios organizacionales y metodológicos convencionales. Es el caso de un eventual cambio de horarios, de espacios y, en su caso, del concepto tradicional de asignatura o módulo formativo; la incorporación a la práctica docente del espíritu emprendedor y coasociativo horizontal, en el que todas las partes del puzle desempeñen una función en términos colaborativos y democráticos; en suma, la asunción de que el cambio y la mejora continua en clave de calidad no admite demora alguna.
A este tren se ha incorporado los profesionales docentes de Decroly que cuentan con el apoyo del equipo directivo en pos de ofrecer la mejor formación y cualificación profesional en clave de competencias. De esta manera, Decroly se compromete activamente a desarrollar las líneas que definen los más representativas instituciones europeas en su documentos Horizon 2020, Estrategia Europa 2020, Estrategia Educación y Formación 2020 o Estrategia Rethinking Education, entre otros.