Este titular ha sido suscitado por la célebre expresión Paris bien vale una misa (Paris vaut bien une messe) que se atribuye a Enrique de Borbón o de Navarra (Pau, 13 de diciembre de 1553 – París, 14 de mayo de 1610), rey de Navarra con el apelativo de Enrique III (1572-1610) quien, siendo protestante, decidió convertirse al catolicismo como paso previo para poder ser coronado rey de Francia con el nombre de Enrique IV (1589-1610), inaugurando así la dinastía de los borbones en nuestro país vecino
Pero esta entrada no va a tratar sobre el origen de la dinastía borbónica en Francia ni de la turbulenta historia de Europa en los siglos XVI y XVII. Pero sí me he inspirado en esa popular frase para reflexionar sobre mi decisión de crear Decroly en 1978, a partir de una situación personal y profesional muy cómoda. En esas fechas, yo ya estaba casado, era padre de familia y había obtenido una plaza como funcionario de carrera en el entonces Ministerio de Educación, con destino en Cantabria.
Tenía 26 años y mi vida se encontraba totalmente orientada, como lo estaba la de muchos jóvenes de aquella generación que yo denominaría del pleno empleo. Yo ya estaba trabajando en 1973, como lo recuerdo en mi entrada El reto de un sueño hecho realidad, colgada en este blog el 16 junio pasado.
En aquella publicación mostraba mi perfil humano y profesional marcado por un notable espíritu creativo y emprendedor, rebosante de pasión e ilusiones, fortalecido por una vocación consolidada, forjada desde mi más tierna infancia, en la escuela de mi pueblo, Mompía, gracias a la labor de una maestra sin igual como fue Dª María Torner. No menos interesantes, desde el punto de vista divulgativo son las referencias de aquel post a otros escritos publicados en este blog, igualmente, como Dedicación, motivación, compromiso e implicación profesional, de 09 septiembre de 2014; Buenos profesores para mejorar la educación, de 14 febrero de 2012; Motivación en el aula, de 27 octubre de 2011 y DECROLY, curso 1980/81, de 07 septiembre de 2010, entre otros.
Una de las históricas acepciones de esta frase se utiliza para establecer prioridades o conveniencias. Ello implica renunciar a cosas valiosas que se poseen para poder obtener otras que realmente se aspiran y desean. Ese significado de Paris bien vale una misa me viene como anillo al dedo. Durante un tiempo compatibilicé me función docente como profesor interino, primero, y propietario provisional (así se denominaba) de un puesto de trabajo en la Escuela Aneja a la de Magisterio de Santander –hoy Colegio Público “Cisneros”- después, con la creación y puesta en acción de Decroly.
Siempre me he sentido orgulloso de pertenecer al claustro de profesores de la “Aneja”. Allí realicé el año de prácticas inherente al plan de estudios (1967) de la carrera, durante el curso 1974-1975. Inmediatamente a continuación, firmé mi primer contrato profesional, después de ser nombrado profesor interino el 30 de junio de 1975, con efectos del 16 de setiembre de 1975. Fueron casi diez años estimulantes hasta mi petición de excedencia con efectos del 16 de enero de 1984, para dedicarme en cuerpo y alma a Decroly. Lo recordaba con emoción y cariño profesional incontenible en Buenos profesores para mejorar la educación de 14 febrero de 2012 y en Cita con mis alumnos del 65, de 12 mayo pasado, entre otras entradas publicadas en Decroly Digital.
La decisión de abandonar la enseñanza pública para incorporarme a Decroly en exclusiva no fue fácil. Dejaba tras de mí diez de los años más apasionantes de mi vida profesional para incorporarme a la hazaña decroliana, un proyecto que surgió de lo más íntimo de mi corazón y en el que había depositado toda mi ilusión acompañada de trabajo, esfuerzo, motivación, compromiso y todos mis limitados recursos materiales, complementados con apoyo financiero de mis padres y otros miembros de mi familia, y un endeudamiento que prefiero no recordar. ¡Qué osadía! Pero,… sinceramente, hoy puedo gritar a los cuatro vientos que Decroly bien vale… ¡una novena! Si una novena; una misa se me queda corta; ¡nueve!
Con esta metáfora quiero significar mi rotunda y total determinación, y apuesta sin fisuras, por el proyecto que representa Decroly, arriesgando el bienestar personal, el de mi esposa e hijos y el de mi familia que tanto me ayudó y animó en los primeros años de esta aventura maravillosa. Jamás he sentido el más mínimo atisbo de flaqueza, debilidad o arrepentimiento. Más bien ¡todo lo contrario! Eso sí, durante muchos años, los días para mí tenían más de 24 horas; las semanas, más de siete días; los meses más de… Nunca me importó. Tal vez haya pagado un precio personal alto pero… ¡esa fue mi decisión! Y no me arrepiento; volvería a recorrer el mismo camino, si volviera a nacer y concurrieran las mismas circunstancias.
Decroly surgió para llenar un hueco, para “bailar con la más fea” que diría un castizo. Encontramos nuestro espacio en el sistema educativo de Cantabria, permítaseme volver sin jocosidad alguna a la realidad de las cosas. Hemos participado lealmente con la administración educativa y laboral de Cantabria y con toda la sociedad de esta comunidad autónoma, principalmente. Pero, ante todo, hemos puesto nuestro principal empeño en las personas, en nuestros alumnos y en sus familiares, en su caso.
Recuerdo nuestros primeros lemas: formación de calidad para todos; formación de calidad para el empleo. Ambas frases sintetizaban nuestro ideario y carácter propio orientado a favorecer a todos los alumnos, sin excepción, sin exclusión alguna, a facilitar la empleabilidad de nuestros jóvenes en el tejido productivo y empresarial de Cantabria. Decroly ha entendido e institucionalizado conceptos hoy en boga como son la equidad, la educación inclusiva, la igualdad de oportunidades, la no discriminación por cualesquiera causas personales, ambientales, socioeconómicas, étnicas,…
A lo largo de casi cuarenta años, la comunidad educativa decroliana ha reforzado su espíritu de pertenencia. Decroly ha estado siempre abierto a la sociedad y ha sido pionero en materia de creatividad e innovación educativas para liderar proyectos que se han anticipado, en ocasiones, a las demandas de una sociedad en metamorfosis permanente. Y ello, todo hay que decirlo, ha sido posible gracias, fundamentalmente, al compromiso, lealtad y espíritu cooperativo de todos los profesionales que trabajamos en este centro.
Por ello, viendo el escenario en el que se proyecta la vida académica de Decroly, solo me queda reiterar la frase que dio nombre a esta entrada: Decroly bien vale… ¡una novena!
¡Gracias a todos!