Siento una enorme satisfacción al leer, ver y escuchar las referencias recogidas en todos los medios de comunicación escrita y audiovisual local sobre la posición del Gobierno bipartito de Cantabria en relación con su firme determinación por alcanzar un acuerdo básico por la educación, consensuado con todas las fuerzas políticas y con los agentes económicos y sociales, anunciadas por el presidente Revilla, la vicepresidenta Díaz Tezanos y el consejero de Educación, Cultura y Deporte, Ramón Ruiz
La manifestación aludida se produjo en el contexto de la inauguración del actual curso escolar 2015-2016 celebrada, en esta ocasión, en el salón de plenos del Ayuntamiento de Camargo, el pasado viernes, día 2 de octubre.
En un acto solemne, al que asistió una nutrida delegación de entidades y organizaciones representativas de la comunidad educativa de Cantabria, Miguel Ángel Revilla ha insistido en la determinación, compromiso y voluntad política del Gobierno que preside para hacer de la educación en esta Comunidad Autónoma un referente en conocimiento y valores al servicio de la ciudadanía. ¡Que así sea Presidente!
Por otro lado, la que fuera consejera de Educación durante la primera etapa del gobierno de coalición PRC-PSOE (2003-2011), Rosa Eva Díaz Tezanos, hoy vicepresidenta y consejera de Universidades e Investigación, Medio Ambiente y Política Social, ha lanzado dos retos que comparto plenamente, sin fisura intelectual o profesional alguna; uno, alcanzar «un acuerdo básico en aquello que nos une«; otro, «avanzar hacia mayores cotas de calidad y equidad» en el conjunto del sistema educativo de Cantabria.
Asimismo, el consejero de Educación, Cultura y Deporte, Ramón Ruiz, ha hecho pública su voluntad de lograr ese consenso en una docena de puntos básicos que proporcionen una estabilidad sostenible al sistema educativo de esta región. Sirvan estas líneas para mostrar mi total apoyo a su iniciativa y para dar la bienvenida a las aspiraciones de consensuar acuerdos y lograr un pacto sostenible por la educación en Cantabria, manifestado por el presidente Revilla y la vicepresidenta Díaz Tezanos.
Tras el discurso de los más altos dignatarios del Gobierno de la región no he vacilado en reiterar mi posición personal y profesional, de nuevo, a favor de propiciar un consenso y un pacto entre todas las fuerzas políticas y sociales así como una educación de calidad e inclusiva que dé respuesta a las inaplazables necesidades, expectativas e intereses de toda la ciudadanía de Cantabria, en el más amplio sentido de la palabra. Los propios escolares, sean niños, adolescentes o jóvenes; sus familiares; el mundo productivo, sean empresas o entidades e instituciones variopintas demandan una educación nueva que responda a las exigencias de una sociedad mundializada, multicultural, plurilingüe, diversa… entre otras peculiaridades que la caracterizan.
La realidad de nuestro sistema educativo, sin embargo, muestra un escenario de permanente confrontación ideológica en materia de educación entre los partidos políticos que han sustentado los sucesivos gobiernos en España desde la entrada en vigor de la Constitución de 1978. Vista la problemática con la lupa de la independencia, el escenario presenta una controversia interesada destinada a erosionar políticamente al otro por un ramillete de votos, sin importar demasiado el inmenso daño que este comportamiento causa al sistema educativo y, por ende, al conjunto de los ciudadanos cántabros y españoles.
Espero con ansiedad irrefrenable que, en el entorno de esta Comunidad Autónoma de Cantabria, también en el conjunto del Estado español, se consiga los buenos deseos que auspicia el presidente Revilla, así como las apuestas de la vicepresidenta Díaz Tezanos y del consejero Ramón Ruiz, anteriormente mencionados. Entre todos los retos que auguran, voy a prestar atención en esta entrada a una de las debilidades recurrentes en los últimos cuarenta años. Me refiero a la conciliación de dos asuntos clave en educación como son calidad e inclusión. Me referiré, en primer lugar, a consideraciones de carácter general en los centros educativos no universitarios específicamente y, en segundo lugar, a la posición de Decroly ante ambos desafíos, en su faceta de centro de Formación Profesional Inicial.
El contexto escolar ordinario y reglado, con todos los alumnos juntos, facilita la adquisición y fortalecimiento de valores sociales imprescindibles en la sociedad poscontemporánea en la que vivimos. Es el caso, por ejemplo, de la igualdad – no discriminación por razones personales, sociales, familiares o culturales-, la solidaridad, el compromiso, la responsabilidad, la empatía, el trabajo en equipo,… y otras competencias transversales, difícilmente adquiribles alejados de un ambiente de diversidad como el que se suscita en las aulas del sistema educativo ordinario, emulando a la realidad del entorno familiar y social de esta primera mitad del siglo xxi.
Existen innumerables publicaciones relacionadas con la educación inclusiva. No es fácil, por ello, sintetizar las positivas experiencias que animan a profundizar en este
innovador modelo de candente actualidad. En todo caso, existe una general coincidencia de criterio entre los expertos a la hora de describir las notas que mejor lo caracterizan.
Este patrón implica la supresión de requisitos de acceso y de mecanismos de selección o discriminación alguna, hoy felizmente superados en Cantabria, distintos de los estrictamente ligados a la capacidad de puestos escolares de los centros y a criterios objetivos de admisión de alumnos regulados por la Administración competente. De esta manera se garantiza a todos los escolares su derecho a la educación y a la igualdad de oportunidades, entre otros.
Además, como consta en un trabajo publicado por la Fundación Hineni de Chile “el enfoque de educación inclusiva implica modificar substancialmente la estructura, funcionamiento y propuesta pedagógica de las escuelas para dar respuesta a las necesidades educativas de todos y cada uno de los niños y niñas, de forma que todos tengan éxito en su aprendizaje y participen en igualdad de condiciones. En la escuela inclusiva todos los alumnos se benefician de una enseñanza adaptada a sus necesidades y no sólo los que presentan necesidades educativas especiales.»
En los niveles educativos de enseñanza obligatoria –Educación Infantil, Enseñanza Primaria, Educación Secundaria Obligatoria (ESO), FP Básica- y en otros niveles de Bachillerato y Formación Profesional de Grado Medio y de Grado Superior el conflicto, la discrepancia, se plantea en el tratamiento normativo otorgado a la educación inclusiva para ofrecer a TODO el alumnado de los centros educativos una educación de calidad. Y al decir TODO el alumnado incluyo a aquellos más vulnerables o en riego de exclusión, de marginación o de fracaso escolar, atendidos en los establecimientos escolares. Esa legislación conlleva actuaciones concretas tales como la atención educativa personalizada de cada escolar y estudiante para dar respuesta a su particular especificidad.
El dilema se suscita, también, al entrar en los detalles concretos. Por ejemplo: quién, cómo, cuando, dónde, con qué recursos y estrategias pedagógicas y metodológicas el sistema educativo abordará ese cometido,… Entre todas esas interrogantes cobra un papel esencial y determinante la formación, cualificación y determinación de los profesionales docentes y su asunción de un protagonismo distinto al convencional en el proceso de aprendizaje de un alumnado esencialmente diverso.
Si particularizamos al entorno de Decroly, en materia de calidad y equidad educativa, partimos de la esencia misma del ser humano. De la misma manera que no nacen dos personas con el mismo ADN tampoco existen dos estudiantes iguales. Si damos por válido este silogismo, que lo es, el corolario que se deduce en términos educativos no puede ser otro que estamos obligados a descubrir las necesidades individuales de cada alumno y a encontrar aquellos procesos más fáciles y adecuados que les resulten más motivadores, apropiados y fáciles para aprender. Y, honestamente, en Decroly lo intentamos y así lo visualizamos en nuestro carácter propio, en el proyecto educativo, en la programación general anual y en las programaciones didácticas.
Pero no seré yo quien eche las campanas al vuelo. Estamos bien posicionados y tenemos las cosas claras en términos de una atención eficaz que dé respuesta a las naturales expectativas individuales de nuestro alumnado. Esta estrategia corporativa conlleva a una mutua satisfacción de docentes y discentes en Decroly. En este centro educativo entendemos la diversidad y la asumimos como una realidad incontestable e indiscutible. Por ello, integramos este concepto a nuestro acervo cultural corporativo, lo aceptamos, respetamos y lo tratamos como una oportunidad de mejora continua y un valor añadido que enriquece nuestras aulas y del que todos nos beneficiamos.
Ahora bien, los que estamos a “pie de obra”, con escasos recursos humanos y materiales, manifiestamente mejorables; quienes sufrimos la incomprensión de una parte de los distintos componentes de la comunidad educativa, incluida la mismísima Administración; aquellos que soportamos un tratamiento discriminatorio con respecto a otros colegas por el mero hecho de pertenecer a una institución privada; quienes sentimos en nuestras propias carnes un nulo o insignificante reconocimiento social nos complicamos la vida, a pesar de ello, motivados por un compromiso nítido con la creatividad, la innovación, el cambio, la calidad inclusiva y la eficacia de resultados, que facilite el logro satisfactorio de objetivos diversos de índole académica, profesional, personal y social a todos los actores que intervienen en la película decroliana.
Me siento “enchufado” con la educación inclusiva desde mi época de estudiante. Aquellas primeras lecciones magistrales de Pedagogía dictadas por Dª RosarioAlegría, en el año 1968, en la hoy Facultad de Educación, me dejaron una huella imborrable que ha permanecido en el tiempo. Más tarde, la pedagogía de Ovide Decroly consumó una vocación que mantengo viva en el ocaso de mi vida profesional. El concepto unidos en la diversidad (lema de la Unión Europea) e iguales en la diversidad, característica esencial de educación inclusiva, han generado en mí una posición educativa clara, evolucionada hacia tesis que intento transmitir a alumnos y profesores de la comunidad educativa decroliana.
Desde un punto de vista intelectual, parece muy fácil. Conozcamos bien a nuestros alumnos, a sus familiares directos, el entorno socioeconómico en el que cada uno se desenvuelve, las pequeñas y/o grandes cosas de su vida. A partir de esa realidad generaremos una especial empatía con cada uno y surgirán sentimientos, emociones e ilusiones que sentarán sólidos cimientos de respeto y de cariño profesional mutuo. Sí, no es un lapsus, ¡mutuo! Es entonces cuando podremos influir más eficazmente en una transformación paulatina de nuestros jóvenes dando así mayor sentido a sus vidas y a nuestro ego profesional.
Me he extendido demasiado… ¡y lo sé! Pero no voy a concluir sin enumerar alguna de las características de “manual” que definen nuestro centro. El modelo educativo de Decroly, entre otras,… “defiende la educación intercultural, recoge la Teoría de las Inteligencias Múltiples, acepta una perspectiva holística y constructivista del aprendizaje, construye un currículo común y diverso, fomenta una participación activa social y académica, ofrece unas enseñanzas prácticas adaptadas, establece una agrupación multiedad y flexible, incorpora el uso de la tecnología en el aula, se propone enseñar responsabilidad, fomenta amistades y vínculos sociales, pretende la formación de grupos de colaboración entre adultos y estudiantes,…”
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Esperemos que lleguen a un buen acuerdo y que sea para bien de la educación.
Que los alumnos tengan acceso a la educación sin una titulación especifica facilita a muchos el poder formarse de cara a un futuro laboral, que de otra manera, tal vez, les llevase a la exclusión social. Pero, si es cierto que, cuando todos se juntan en un mismo aula, es complicado atender a la diversidad de una manera eficaz. Sobre todo, en muchos casos, por falta de medios y de recursos.
También es necesario hacer ver a los alumnos que cada uno tiene sus propias circunstancias y deben ser tratados de manera diferente en ocasiones. Pero siempre surge la comparación y, de rebote, el problema cuando un alumno piensa que se favorece a un compañero y se siente tratado sin objetividad. Vamos, que lo ven como el «enchufe» de siempre.
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