España arrastra un déficit de calidad educativa muy considerable con respecto a países de su entorno, OCDE. La reforma de las leyes forma parte del interés general por mejorar la educación en todos sus tramos; los libros de texto son una herramienta menor del sistema. Lo verdaderamente importante se dilucida, principalmente, en los centros escolares. Es la metodología utilizada por el profesorado en los procesos de aprendizaje de los alumnos pertenecientes a la generación Z la que debe de preocuparnos y ocuparnos
Desde la entrada en vigor de la Ley Orgánica 8/2013, de 9 de diciembre, para la mejora de la calidad educativa (LOMCE) hemos asistido a un forcejeo permanente entre el Gobierno de España y los detractores de la reforma que regula esa Ley.
A la oposición política, comandada por los partidos en la Oposición, se han unido otras fuerzas sociales, lideradas por un considerable número de representantes de padres y de profesores, todos ellos vinculados a la escuela pública. Una de las controversias más llamativas se ha producido al recomendar la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA), no comprar los libros de texto para este nuevo curso que se inicia el próximo 01 de setiembre, ante la implantación de los nuevos currículos en 1º y 3º de secundaria, en 1º de bachillerato y en la totalidad de los cursos de primaria.
Adelanto que soy consciente de meterme en un jardín sin flores al comentar esta notica y divulgar mis reflexiones sobre la exigencia o no de adquirir cada año libros de texto para los alumnos de primaria, secundaria, bachillerato y FP. Vaya por delante mi radical postura en este sentido: los libros de texto no son necesarios en la sociedad de la información, en la escuela del siglo XXI. Lo siento mucho por el trastorno que esta afirmación pueda causar a las editoriales, en términos de minoración económica de sus resultados. También lamento la contrariedad que esta opinión pueda causar a aquellos profesionales docentes que mantienen esquemas pedagógicos y metodológicos del siglo XX con alumnos del siglo XXI, pertenecientes a la generación Z.
La velocidad se demuestra andando y prueba de ello es que Decroly ha suprimido los libros de texto obligatorios sustituyéndolos por materiales apropiados, muchas veces elaborados conjuntamente por los alumnos y los profesores de este centro. Sin entrar hoy a explicar nuestras razones pedagógicas para adoptar esta decisión –y a pesar del perjuicio que ello ha ocasionado a esta empresa- lo cierto es que la causa que dio pie a esta decisión se encuentra en la idiosincrasia propia de la generación de alumnos que puebla nuestras aulas en estos momentos.
La inmensa mayoría de los discentes matriculados en centros escolares de primaria, secundaria y bachillerato pertenecen a la denominada generación Z, aquellos niños, adolescentes y jóvenes nacidos entre los años 1992 y la actualidad. Solamente repasando las características y cualidades que atesora esta cohorte de individuos encontraremos una razón suficientemente categórica para justificar mi posición en relación con la obligatoriedad de los libros de texto así como en otras convicciones pedagógicas y educativas que es preciso implantar en las escuelas y en las aulas, a mi juicio, en pos de una educación de calidad acorde con las exigencias y demandas de la sociedad de este siglo XXI. Es aquí donde los equipos directivos y los profesionales docentes deben dar un paso al frente cualitativo, entre otras razones, para evitar que los alumnos que pueblan nuestras aulas se aburran como ostras.
Tener un hijo de 14 años me permite vivir a diario cuanto afirmo, también en mi entorno familiar. No quiero eludir, sin embargo, una cierta dosis de conflicto generacional a pesar de mis esfuerzos por interiorizar sus comportamientos. Nikita, y entiendo que es un digno representante de su generación, se encuentra absolutamente embelesado con las tecnologías de la información y las comunicaciones, sea internet, redes sociales y servicios de mensajería instantánea, entre otras. Ha desarrollado una suerte de adicción que no puedo ocultar me preocupa seriamente. Los entornos digitales ocupan su vida cotidiana. ¡Esto es lo que hay, con sus pros y sus contras!
Por otro lado, y aun tratándose de un adolescente muy sociable, tengo que reconocer
que Nikita es un joven bastante individualista, discrepa de los atemporales valores que atesora la familia y cuestiona en muchas ocasiones las normas sociales asumidas por sus coetáneas antepasados durante generaciones. Su mundo se encuentra en la red, donde se expresa con absoluta naturalidad y se maneja como un pez en el agua. En el ámbito escolar, manifiesta aburrirse frecuentemente; escucha poco, entre otras razones por que no le interesa lo que le cuentan la mayor parte de las ocasiones
Nikita, los Z, interactúan las veinticuatro horas del día…. ¡a través de internet!, en deterioro de sus interrelaciones presenciales; son impacientes y anhelan respuestas y resultados ipso facto, incluso en comunidades que crean con desconocidos con quienes construyen una sólida relación colaborativa; sus competencias comunicativas orales son limitadas;…
El reto del sistema educativo consiste en orientar las aguas del aprendizaje de un río bravo representado por una cohorte de alumnos absolutamente distinta de otras anteriores. El cambio de paradigma debe ser una misión esencial de la escuela protagonizado por unos profesionales docentes muy cualificados que sepan descubrir el talento de todos y cada uno de sus alumnos. Es necesario, por tanto, un radical cambio metodológico en el que el alumnado se convierta en el protagonista principal del proceso en un contexto colaborativo, coasociativo, horizontal y facilitador de la educación.
Sirvan de apoyo a esta reflexión algunas entradas subidas a este blog, tales como: Tres generaciones y un solo proyecto, de 14 agosto de 2015; Los chicos de la Generación Z pueblan las aulas de Decroly, de 8 mayo de 2015; Nikita, digno representante de la “generación net”, de 28 noviembre de 2014; La generación del milenio, de 16 noviembre de 2012; Estudiantes del siglo XXI, de 24 de mayo de 2011; Debate sobre el profesorado del siglo XXI, de 02 de mayo de 2011 y El profesor facilitador: qué debe hacer y evitar, de 15 febrero de 2011.