La creación de Decroly en 1978 tuvo sus orígenes en los primeros años de mi infancia; se fraguó en la escuela de mi pueblo, en Mompía, donde poco a poco, año tras año de mi desarrollo biológico y educativo, fue alimentándose el germen de una vocación inspirada en el ejemplo impecable de mi maestra, la siempre recordada y querida Dª María Torner
La semilla vocacional inoculada en mi corazón provinciano y pueblerino por Dª María fue cultivada por otros estupendos profesores en mi etapa de Bachillerato en el Colegio San José de los PP Escolapios de Santander, mi colegio. El acceso a la Escuela de Magisterio –hoy Facultad de Educación– para cursar los estudios conducentes a la profesión de Maestro por el Plan 67 y el contacto con los alumnos de la Escuela Aneja –hoy Colegio Cisneros– catapultó definitivamente mi juvenil ilusión de convertirme en Maestro, impulsado por el “espíritu de Dª María”, la maestra más ejemplar que jamás he conocido y que, tal vez, sin yo pretenderlo conscientemente, ha sido un referente permanente y determinante en mi trayectoria profesional.
Al finalizar mi carrera comencé a trabajar en el Colegio Cisneros, entonces dirigido por el sacerdote Don Ricardo Ruiz Vega. Un recorrido por aquella etapa lo plasme en mis entradas Buenos profesores para mejorar la educación, de 14 de febrero de 2012 y en Motivación en el aula, de 27 de octubre de 2011, ambas publicadas en este e zine Decroly Digital. ¡Qué tiempos aquellos! Me incorporé a un centro educativo en el que se conciliaba perfectamente la madurez de un grupo de maestros veteranos –Don Horacio, Don Manuel, Don Arturo, Don Esteban, Don Arcadio, Don Ángel Ausín,…- con otros muy jóvenes que supimos interpretar “la música” de la dedicación, motivación, compromiso e implicación profesional de todos ellos, bajo la “batuta” del “director de la orquesta”, Don Ricardo Ruiz Vega.
Y en ese entorno académico y profesional, en el que yo concilio mi función y dedicación a la Escuela Aneja con otras actividades educativas privadas en el ámbito de los idiomas y de estudios profesionales –así eran las cosas, entonces- (mi primera nómina, si mal no recuerdo, fue de unas 8.000 pesetas -50 €- ¡mensuales! y, como tantos otros jóvenes de mi generación me había lanzado a la compra de un piso y el sueldo no alcanzaba) fue creciendo mi pasión por el proyecto Decroly. En ese escenario, en el contexto sociopolítico de la época, y con el bagaje aprendido en mis viajes de estudio a Inglaterra e Irlanda y mis circunstancias personales y familiares, me planteo la creación de Decroly, materializada en una Resolución de 17 de mayo de 1978.
No puedo evitar emocionarme mientras redacto estas palabras que me brotan a borbotones. Como existen testigos muy cualificados de aquellos momentos, y de los años posteriores hasta llegar al escenario de hoy entre los componentes de la plantilla de nuestro centro, abordaré la reflexión sobre la temática que inspiró este escrito. Quizá porque hemos abierto un período de análisis sobre el presente y el futuro de Decroly; su realidad actual y su proyección futura, en su doble faceta académica y empresarial merece la pena, más que nunca, facilitar una meditación colectiva –vertical y horizontal. Invito a una participación y contribución de todos los actores implicados en las relaciones académicas, laborales y empresariales de cuantas personas prestamos nuestros servicios en Decroly.
La generalizada dedicación del colectivo de profesionales decrolianos se ha concretado históricamente en un esfuerzo individual y colectivo por alcanzar las metas académicas más altas. Yo he sido notario cotidiano de una motivación sin fisuras que nos ha unido, impulsado y estimulado ante actuaciones cotidianas diversas, variopintas, como distintos, diferentes y singulares, a su vez, han sido y son todos y cada uno de nuestros alumnos. Ha existido y existe un compromiso intenso de todos los profesores y personal de administración y de servicios que conforman la plantilla y la familia decroliana, más allá de las obvias obligaciones contractuales contraídas. La participación activa y sostenible en el tiempo de todo el personal puedo calificarla como uno de los puntos fuertes de la implicación del grupo, prioritariamente, en los asuntos académicos.
Sin embargo, creo que ha llegado el momento de reflexionar, todos cuantos componemos la fuerza laboral de esta empresa, sobre una estrategia que refuerce las líneas de actuación y las medidas individuales y colectivas a adoptar por el personal para impulsar otros objetivos de carácter económico y empresarial, en un contexto de ética del beneficio inherente a cualquier compañía mercantil. Por supuesto, soy consciente –igual que la inmensa mayoría de cuantos trabajamos en Decroly- de las capacidades, habilidades, experiencia, circunstancias y motivaciones individuales de cada una de los profesionales decrolianos. Ahora bien, hemos de transmitir un espíritu de unidad ante el proyecto común en el que primen los intereses generales a los particulares orientando todos los esfuerzos en la dirección y sentido que la empresa determine con el asentimiento mayoritario, sino unánime, de todos cuantos aquí trabajamos.
Si combinamos la voluntad de mejora continua a nivel individual y colectivo con la satisfacción personal por el logro de los objetivos comunes el éxito del proyecto empresarial estará garantizado, como viene ocurriendo con el proyecto educativo. Es mi obligación como director académico y titular de la empresa Decroly SL conseguir el máximo rendimiento posible. Por ello planteo retos individuales y colectivos, con el peso específico que en cada caso proceda, que nos obliguen a abandonar una eventual zona de confort estático y a situarnos en una actitud de cambio permanente acorde con la realidad de las exigencias que impone la globalizada y competitiva sociedad de este siglo XXI.
Nos encontramos en una fase estratégicamente clave en la vida de Decroly. Los cambios y transformaciones del sistema educativo no cesan y seguirán produciéndose. Las circunstancias socioeconómicas no admiten relajación alguna. Más bien, por el contrario, es imprescindible acometer actuaciones que nos mantengan en el liderazgo de los centros educativos de Cantabria, fortaleciendo nuestra singularidad y nuestro carácter propio. Es por ello que invito a esta reflexión colegiada, lineal, colaborativa, que conduzca a decisiones que favorezcan los logros y el bienestar de esta comunidad educativa y su sostenibilidad futura.
Por último, aspiro a concretar, con las aportaciones de todos, una serie de objetivos claros que, de forma concisa, detallada, medible y evaluable, describan la misión y aportación individual y colectiva de los profesionales de Decroly para alcanzar los niveles de desempeño y productividad que garanticen su viabilidad académica y empresarial.
El éxito consiste en llegar a la meta que nos propongamos. El mundo exige resultados; Decroly, también. Y, como he leído en una frase atribuida a la estadista y política hindú Indira Gandhi (1917-1984) “No le cuentes a otros tus dolores del parto. Muéstrales al niño”.