Este domingo, 8 de agosto, hizo un año que vi un comentario en Facebook de mi amiga Roció del Rivero que me llamó especialmente la atención. En concreto, referido al concepto de “normalidad” de los hijos y su relación con el hecho de ser feliz. Lo leí detenidamente y no dudé en responder a su cita con unas impresiones personales sobre el particular.
En primer lugar, antes de subir mi comentario a Facebook para responder a Rocío, me vino a la mente el Objetivo nº 4, Educación de Calidad, de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (2015-2030) fijados en la Agenda 2030 (2015-2030): “Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos”.
Además, y sin ánimo de dictar ninguna lección magistral, repasé mentalmente los conceptos a los que alude el precitado Objetivo nº 4, Educación de Calidad.
Así, al hablar de educación inclusiva, reflexioné sobre mi posición de “atender las necesidades de aprendizaje de todos los niños, niñas, jóvenes y adultos con especial énfasis en aquellos que son vulnerables a la marginalidad y la exclusión social.” Cada persona tiene características, intereses, capacidades y necesidades de aprendizaje distintos y deben ser los sistemas educativos los que estén diseñados para atender esa diversidad de circunstancias.
Una educación equitativa, por otro lado, implica educar de acuerdo a las diferencias y necesidades individuales, sin que las condiciones económicas, demográficas, geográficas, étnicas o de género supongan un impedimento al aprendizaje. Se trata de ofrecer las mismas oportunidades al alumnado para que se beneficie de las ventajas ofrecidas desde el sistema educativo.
Una educación inclusiva, equitativa y de calidad ha de tener en consideración la desigual situación de los alumnos y sus familias, de las comunidades y las escuelas, ofrecer apoyos especiales a quienes lo requieren, de tal forma que los objetivos educativos sean alcanzados por el mayor número de estudiantes. Además, este modelo educativo implica justicia e igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres respetando la pluralidad de la sociedad.
Realizada esta reflexión contesté al comentario de Facebook de Rocío:
Las personas somos diferentes; nadie es igual a otro. Todos y cada uno de los seres humanos tenemos una huella dactilar propia, distinta a la de otros.
Por tanto, nuestros hijos son, asimismo, diferentes. El concepto “normal” aplicado a un hijo se utiliza erróneamente, en mi opinión. Cada niño tiene su propio carácter, sus habilidades y capacidades acordes con sus múltiples inteligencias y su talento innato, susceptibles de desarrollo y de mejora permanente.
Nuestros hijos tienen su particular ritmo de aprendizaje, a distintas velocidades. Pero todos pueden llegar a la meta, bien en un tiempo récord, bien en etapas más largas.
Unos y otros -los más rápidos y los más lentos- precisan el cariño, comprensión, confianza y soporte de sus padres, educadores y compañeros de clase.
Padres y profesores debemos aunar esfuerzos para descubrir el talento de nuestros hijos y alumnos y, de esta manera, construir unos sólidos cimientos educativos que tengan presente sus capacidades y pongan el foco en su desarrollo evolutivo en el ámbito cognitivo, afectivo, emocional y social en función de su edad cronológica, sus especificidades y sus necesidades educativas especiales, en su caso.
Y ¿cómo no?, comparto plenamente que “Sería bueno enseñar a nuestros hijos a ser amables y aceptar a todos los compañeros de clase. Los niños con necesidades especiales no son raros. Quieren lo que todo el mundo quiere: ¡ser aceptados!”
Finalmente, permíteme expresar una reflexión y opinión cargada de emoción y sentimiento positivo: tus hijos, querida Rocío, son dos hermosas criaturas, normales pero diferentes a su vez, como lo son otros niños de cualquier otra familia, incluidos mis nietos.
Rocío del Rivero
Facebook, 8 de agosto de 2020
Cuando se tiene un hijo «normal», que tiene buenas notas, estamos felices. Cuando hace lo que le pedimos, estamos felices. Pero es una alegría «normal», porque, por supuesto, es nuestro deber. Pero cuando se tiene un hijo con ciertos límites, que cada aprendizaje es quizás más largo que para otro niño o que el aprendizaje insignificante no pasará tal vez nunca… es complicado ser feliz.
Quisiera pedirle un favor sobre un tema importante para mí: ésta es la semana de educación especial, autismo, dislexia, TDAH (déficit de atención con hiperactividad). Para todos los niños que luchan cada día para tener éxito y aquellos que intentan ayudarlos.
Sería bueno enseñar a nuestros hijos a ser amables y aceptar a todos los compañeros de clase. Los niños con necesidades especiales no son raros. Quieren lo que todo el mundo quiere: ¡ser aceptados!
¿Podrían copiar y pegar esto en honor de todos los niños que son únicos pero diferentes?
Por favor, no compartir, Copiar y pegar, lo creas o no, lo necesitamos…
Gracias, por estar a favor de la integración e inclusión, de todos y cada uno de nosotros, sí, porque todos somos diferentes… ¿y qué?
Otras entradas y enlaces de interés:
– Agenda 2030 (2015-2030)
– 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (2015-2030)
– Acuerdo por la Educación en Cantabria (16-05-2017)
– Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (LOMLOE)
– Anteproyecto Ley orgánica de ordenación e integración de la formación profesional (15-06-2021)
– Presentación anteproyecto de Ley de Formación Profesional (15-06-2021)