Solemne y conciliador Mensaje de Navidad del Jefe del Estado, Felipe VI

Como cada año por estas fechas, el Jefe del Estado acude a su tradicional cita el día de Nochebuena con un mensaje en el que repasa la realidad del país, hace un llamamiento muy especial a la concordia y felicita las fiestas navideñas a todos los españoles a la vez que les desea un año 2019 en el que todos sus sueños se conviertan en realidad.

Tengo que reconocer que estuve toda la tarde de este lunes, 24 de diciembre, pendiente y ansioso, a su vez, de escuchar el discurso de Felipe VI. A nadie se le escapa que España atraviesa unos momentos excepcionalmente difíciles provocados por una minoritaria parte de los casi 47 millones de ciudadanos que habitan nuestras ciudades y pueblos. Liderados por gobernantes regionales irresponsables que pretenden conculcar la Constitución y las leyes en perjuicio del conjunto de los españoles, con el agravante de una cierta connivencia incalificable del mismísimo presidente del Gobierno.

Por ello, y por los ataques permanentes a la Constitución –y muy particularmente a la figura del Jefe del Estado- orquestados por aquellos que pretenden romper la unidad de España y, en consecuencia, abrir el melón que conduzca a los españoles a los reinos de taifas, propios del siglo XI, quería estar atento al mensaje del Rey en estas circunstancias. No me defraudó. Más bien, todo lo contrario. Felipe VI estuvo a la altura. ¡Siempre lo ha estado! No en vano es un gran estadista, exquisito cumplidor de sus obligaciones constitucionales al margen de las disputas, muchas veces cainitas, de los partidos políticos y de sus líderes, tanto en el Gobierno como en la Oposición.

Por razones de edad, nací en el año 1951, he vivido en tiempo real la historia de España de casi siete décadas con las alegrías y tristezas de cada momento. Las personas de mi generación, que tuvimos la suerte de que nuestros padres y abuelos nos transmitieran en vivo y en directo los hechos más relevantes acaecidos en nuestro país, y las innumerables vicisitudes de todo tipo y color –algunas muy dolorosas- apreciamos sin reserva alguna el periodo de paz y prosperidad que hemos disfrutado en España desde la Transición y entrada en vigor de la Constitución de 1978 hasta nuestros días.

No podemos dilapidar en cuatro días todo lo que hemos conseguido los españoles en estos últimos cuarenta años, por ejemplo. Las personas de mi generación asistimos perplejos a los derroteros por los que se mueve la política de este país en los últimos meses, particularmente. Por ello me sumo a la letra y al espíritu del discurso del Rey en toda su extensión. Nunca es tarde si la dicha es buena, dice el refrán popular. Ojalá sus palabras inspiren la cordura necesaria a nuestros gobernantes para que reconduzcan la preocupante situación sociopolítica actual hacia parámetros de legalidad constitucional y de respeto al ordenamientos jurídico y de las leyes que a todos nos afectan.

Voy a reproducir el texto íntegro del discurso del Jefe del Estado, pero previamente quiero destacar alguna de las ideas de su alocución que más me han impactado.

“Nuestra convivencia es la obra más valiosa de la democracia”. “Es incompatible con el rencor y el resentimiento porque estas actitudes forman parte de nuestra peor historia”. “Exige el respeto a nuestra Constitución, que no es una realidad inerte, sino una realidad viva”. “Las reglas que son de todos sean respetadas por todos”. “La superación de los grandes problemas y de las injusticias nunca puede nacer de la división, ni mucho menos del enfrentamiento, sino del acuerdo y de la unión ante los desafíos y dificultades”.

Refiriéndose a los jóvenes, a los que dedicó una parte muy considerable de su disertación, dijo que necesitan “un trabajo y un salario dignos” y añadió: “queréis vivir y convivir, pero tenéis problemas serios”.

España logró “el cambio más radical de su historia” a partir de la Transición, cuando “la voluntad de los españoles” fue entenderse y la de los líderes políticos, económicos y sociales fue “llegar a acuerdos, a pesar de estar muy distanciados por sus ideas y sentimientos”.

“Tenemos la obligación de seguir construyendo día a día una España más conexionada socialmente y más comprometida con la igualdad real entre hombres y mujeres”.

Concluyo esta presentación del Mensaje de Navidad de Su Majestad el Rey Felipe VI con una frase célebre del escritor y político romano Cicerón: “la salud del pueblo está en la supremacía de la ley”.

 

Mensaje de Navidad de Su Majestad el Rey
Palacio de la Zarzuela, 14 de diciembre de 2018

Buenas noches.

En estos días tan especiales, en los que siempre nos deben unir los mejores sentimientos, os deseo, junto a la Reina y nuestras hijas, la Princesa Leonor y la Infanta Sofía, una Feliz Navidad y que en el año 2019 podáis ver cumplidos vuestros anhelos y aspiraciones.

Hoy no quiero dejar de recordar a quienes vivís una situación difícil por razones personales, económicas o sociales; o estáis lejos de vuestro hogar y seres queridos. En estas horas, que han de ser para la alegría y de celebración, nuestro corazón y nuestro pensamiento están a vuestro lado; y nuestro mayor deseo es que todas esas circunstancias queden pronto atrás.

A lo largo de los últimos años os he venido transmitiendo en Nochebuena mis inquietudes y reflexiones sobre nuestra democracia; sobre la cohesión social y territorial, la economía y el paro o la educación; también sobre la corrupción, el terrorismo, o la violencia contra las mujeres; una violencia, de tan triste actualidad y que merece siempre nuestra repulsa y condena más enérgica y el empeño de toda la sociedad para erradicarla de nuestra vida. Todas estas cuestiones que acabo de mencionar nos siguen preocupando, por supuesto, muy seriamente.

Permitidme que esta noche os hable de algo que también me parece muy importante. Quiero hablaros de nuestra convivencia, de los principios en los que se inspira, pensando en el presente y también en el futuro, en nuestras generaciones más jóvenes, a las que hoy me voy a dirigir especialmente.

El pasado 6 de diciembre, con motivo del 40 aniversario de nuestra Constitución, recordé nuevamente los ideales que animaron y unieron a los españoles durante la transición política y que han sido el fundamento, la base de nuestra libertad y de nuestro progreso de estos últimos 40 años: la reconciliación y la concordia; el diálogo y el entendimiento; la integración y la solidaridad.

Quienes vivieron aquellos años saben bien que si hay algo que los define fue el valor de trabajar juntos y unidos pensando en nuestro país y en su futuro; fue la voluntad de los españoles de entenderse y la de los líderes políticos, económicos y sociales de llegar a acuerdos, a pesar de estar muy distanciados por sus ideas y sentimientos.

A todos les unía un objetivo muy claro: la democracia y la libertad en España; definir unas reglas comunes que garantizaran nuestra convivencia. Y lo lograron. De ese éxito nos hemos beneficiado las siguientes generaciones; y lo que debemos hacer hoy es todo lo que esté en nuestras manos para que esos principios no se pierdan ni se olviden, para que las reglas que son de todos sean respetadas por todos. Y de esa manera asegurar a los jóvenes, con mayor garantía, nuevas décadas de progreso y avance como las que nosotros afortunadamente hemos conocido.

Quienes fuisteis protagonistas o testigos de la transición estoy seguro de que entenderéis muy bien lo que acabo de decir. A los que no vivisteis aquel tiempo y especialmente a las generaciones más jóvenes, tenemos el deber de haceros partícipes de ese período de nuestra historia, de ese camino que permite entender por qué y cómo España ha conseguido el cambio más radical de su historia; por qué y cómo ha avanzado y prosperado tanto nuestra sociedad desde entonces.

Yo creo que eso es necesario, sí; pero también creo que no es suficiente. Porque como sociedad tenemos una deuda pendiente con nuestros jóvenes. Somos responsables de su futuro y las circunstancias de hoy en día no son, ni mucho menos, las más fáciles.

Los jóvenes vivís inmersos en la realidad de una sociedad tecnológica -de cambios continuos y acelerados- que plantea nuevos interrogantes, pero que a la vez está llena de nuevas oportunidades. Tenéis talento, creéis en la paz, estáis abiertos al mundo porque sois y os sentís europeos, sois solidarios, estáis comprometidos con las causas sociales, con la lucha contra el cambio climático y la defensa del medio ambiente. Queréis vivir y convivir, pero tenéis problemas serios.

Sabéis que es muy difícil encontrar trabajo sin una adecuada formación. Muchos la tenéis, pero a veces os veis obligados a ocupar un puesto de trabajo que no es para el que os habéis preparado o que no responde a vuestras expectativas. Y os tenemos que ayudar: a que podáis construir un proyecto de vida personal y profesional, con un trabajo y un salario dignos, a tener un lugar adecuado donde vivir y, si así lo queréis, a formar una familia y poder conciliar con la vida laboral.

Nuestra responsabilidad, la de toda nuestra sociedad, es que vuestra capacidad, vuestra motivación, vuestra ilusión y esfuerzo, venzan a las dificultades; porque tenemos la obligación -contando con vosotros, con vuestra energía-, de seguir construyendo día a día un país mejor, más creativo, más dinámico, y siempre en vanguardia; una España más cohesionada socialmente y más comprometida con la igualdad real entre hombres y mujeres.

Hoy, que vivimos en una democracia asentada y que compartimos unos mismos principios y valores con otras democracias de nuestro entorno, es imprescindible que aseguremos en todo momento nuestra convivencia.

Una convivencia que se basa en la consideración y en el respeto a las personas, a las ideas y a los derechos de los demás; que requiere que cuidemos y reforcemos los profundos vínculos que nos unen y que siempre nos deben unir a todos los españoles; que es incompatible con el rencor y el resentimiento, porque estas actitudes forman parte de nuestra peor historia y no debemos permitir que renazcan; una convivencia en la que la superación de los grandes problemas y de las injusticias nunca puede nacer de la división, ni mucho menos del enfrentamiento, sino del acuerdo y de la unión ante los desafíos y las dificultades.

Una convivencia, en fin, que exige el respeto a nuestra Constitución; que no es una realidad inerte, sino una realidad viva que ampara, protege y tutela nuestros derechos y libertades. Todos los proyectos necesitan unos cimientos sólidos, y la España de hoy los tiene, porque están hechos de una voluntad decidida de concordia, de paz y de entendimiento.

Y esta es la reflexión que quería haceros llegar esta noche: que la convivencia -que siempre es frágil, no lo olvidemos- es el mayor patrimonio que tenemos los españoles. La obra más valiosa de nuestra democracia y el mejor legado que podemos confiar a las generaciones más jóvenes; y, por ello, debemos evitar que se deteriore o se erosione; debemos defenderla, cuidarla, protegerla; y hacerlo con responsabilidad y convicción. Así lo hemos demostrado durante estos últimos cuarenta años de libertad porque hemos creído en nosotros mismos y en nuestras propias fuerzas.

Ahora debemos valorar con orgullo lo que somos, lo que hemos hecho y confiar en lo que podemos hacer entre todos, alejando el desencanto o el pesimismo. Debemos ser conscientes de la nueva realidad que nos impone el siglo XXI y ser capaces de alcanzar consensos cívicos y sociales que aseguren el gran proyecto de modernización de España.

Con esa esperanza y confianza en el futuro, sigamos adelante. Con coraje y sin descanso. Porque todos podemos hacer mucho por el bien común, y superarnos cada día; haciendo cada uno lo que nos corresponde y apoyando a quien cumple con su obligación; animando a quien lo precisa -sin que nadie quede atrás-, y sumando todas nuestras fuerzas en el deseo de una España siempre mejor, porque los españoles lo merecemos.

A todo esto os animo. Gracias por escucharme y os deseo nuevamente a cada uno de vosotros y a vuestras familias, una muy feliz Navidad.

Egube rri on. Bon Nadal. Boas festas.
Buenas noches. Y feliz y próspero 2019.

 

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