Existe un clamor popular en la sociedad de Cantabria que demanda repuestas eficaces para salir de la persistente e implacable crisis económica que nos azota en esta primera parte del siglo XXI
Los cántabros, igual que los españoles y muchos otros ciudadanos europeos, nos enfrentamos a un escenario nuevo, y desconocido hasta ahora. Un inesperado modelo de vida se ha instalado en nuestro entorno con voluntad de permanencia, en forma de inseguridad y precariedad. ¿Cómo podremos subvertirlo? Este es el desafío al que nos enfrentamos y que nos exige un esfuerzo colaborativo a todos, sin excepción alguna.
En los diez últimos años, Cantabria ha sufrido una de las mayores cuotas de incertidumbre empresarial y de destrucción de empleo jamás producida en toda su historia contemporánea. Cientos de empresas entraron en crisis e, incluso, cesaron en su actividad. Miles de personas engrosaron las listas del paro, algunas con un futuro muy oscuro de cara a su reincorporación al mercado de trabajo.
¿Qué perspectivas vislumbran los mayores de 45 años, hoy desempleados, con una deficiente o nula cualificación, para enfrentarse a las exigentes y cambiantes demandas del tejido productivo? Pues no parecen muy halagüeñas. Debemos, no obstante, plantar cara a esa realidad con todos los medios a nuestro alcance. La formación y recualificación profesional irrumpe como una solución determinante para retornar al mercado de trabajo, adaptando los perfiles profesionales a los puestos de trabajo y a las nuevas profesiones que emergen.
La realidad es que llevamos demasiado tiempo viviendo de sobresalto en sobresalto. El conjunto de la sociedad no gana para sustos; la angustia e intranquilidad se apodera de nuestras vidas y la clase política permanece inmersa en su particular diatriba partidista, cuando no sectaria, alejada del interés general de los ciudadanos. ¿De qué herramientas disponemos para frenar esta situación, primero, y alcanzar un estadio de progreso y de estabilidad posterior? Reitero la respuesta a la pregunta anterior. La solución pasa por contemplar un plan personalizado de formación que nos indique y facilite el camino hacia el empleo.
En ese panorama ha crecido la generación Z, los jóvenes que hoy pueblan nuestras aulas y que se preparan, entre otras cosas, para tener una oportunidad de empleo en un próximo futuro. Esta cohorte de ciudadanos, sin embargo, se encuentra desamparada tanto en su entorno familiar, por carecer de medios suficientes para atender esta insólita situación, como fuera de él. La sociedad no les proporciona los recursos y ayudas necesarios para soportar un contexto caótico que les sitúa en un círculo vicioso que obstaculiza su desarrollo personal y profesional.
Es curioso. Todos los días los medios de comunicación trasladan a la opinión pública los veredictos de los representantes del Gobierno, de los partidos políticos y de los agentes sociales. Sorprendentemente, su visión de la realidad se asemeja tanto como el huevo a la castaña. El optimismo del Gobierno, refrendado por algunas instituciones internacionales, contrasta con el pesimismo y la crítica destructiva, diría yo, de la Oposición y de parte de los agentes económicos y sociales. Unos y otros aparecen ante la opinión pública alejados del más elemental espíritu colaborativo y de apoyo mutuo para unir fuerzas ante la inédita situación socioeconómica que amenaza con enquistarse definitivamente.
Dicho lo cual -¡no sé si se me ha ido la mano a la hora de diagnosticar la realidad!- yo planteo una humilde
contribución desde el punto de vista formativo. Y más concretamente desde la Formación Profesional, sea la gestionada por la Administración educativa, la Formación Profesional Inicial; sea aquella de responsabilidad de la autoridad laboral, es decir, la Formación Profesional para el Empleo, en su doble vertiente, Continua y Ocupacional.
Hace unos días leí en Expansión el artículo «Si escoges la FP puedes tener un puesto fijo«. Me sorprendió la rotundidad de su mensaje. El autor hacía referencia a una entrevista realizada a Ramón Paredes, presidente de la comisión de formación de la Cámara de Comercio de España. En su escrito relata como Paredes alude al valor de la FP y a su metodología de aprendizaje basada en la adquisición de conocimientos, capacidades y competencias básicas, personales y profesionales como fórmula eficaz para dar respuesta a los requerimientos de las empresas y de los empresarios.
Por otra parte, y coincido plenamente con tal aseveración, aprecia el representante cameral una enorme grieta entre la realidad formativa en el sistema educativo y las demandas de los empleadores. Parece como si la escuela viajara en un tren de cercanías mientras el actual día a día empresarial lo hiciera en el AVE. Las evidencias son apabullantes. Asistimos a una realidad productiva cambiante, posicionada en un mercado laboral extremadamente competitivo que exige “nuevas capacidades y habilidades casi cada día para adecuar los perfiles a los puestos y a las nuevas profesiones que surgen”.
Decroly no es ajeno a esa realidad. Más bien, por el contrario, la vive cada día. No en vano mantiene una permanente relación con los empresarios a través de decenas de convenios de colaboración para la realización de las prácticas profesionales del módulo de Formación en Centros de Trabajo (FCT) del alumnado, sea en formato convencional, sea mediante proyectos conjuntos de FP Dual. ¡Qué mejor manera de situarse en un escenario laboral real para conocer primero, y cumplir después, con las exigencias de los perfiles que demandan las compañías y los empleadores!
Otra línea de colaboración de Decroly con las empresas se sustenta en proyectos de formación continua “a la carta” para sus empleados. Esta cercanía profesional nos facilita la tarea de adecuar nuestra práctica docente a las verdaderas necesidades del tejido productivo. Esos y otros ingredientes adicionales aportan valor y hacen que los estudios de Formación Profesional en nuestro centro faciliten el pasaporte que necesitan sus alumnos para lograr un puesto de trabajo.
El sector educativo clama a la Administración educativa y laboral, en su caso, por las dotaciones en recursos humanos que satisfagan necesidades vitales de las personas en el ámbito de la información, orientación y asesoramiento personalizado. Una inversión potente en psicólogos, pedagogos, asistentes sociales,… facilitaría tareas de apoyo a los profesionales docentes, escolares, estudiantes en su particular realidad educativa; a los empleados y desempleados en cualquier escenario laboral, bien como trabajador en activo, bien en situación transitoria de desempleo.
La orientación escolar y profesional, entendida en el más amplio sentido de la palabra, debe contemplarse como una inversión. No es un gasto. Los resultados demuestran que aquellas personas que reciben apoyos de ese tenor, en el ámbito escolar, experimentan una mejora en competencias personales, emocionales y sociales que repercuten directamente en otras de carácter más académico y profesional. Lo mismo ocurrirá si de trabajadores en situación de desempleo se tratara. Sus competencias transversales mejorarán sensiblemente y su trayectoria profesional se verá fortalecida evitando el anquilosamiento que supone vivir, en el mejor de los casos, dependiendo de cuestionables prestaciones sociales.
Finalizo con unas palabras de reconocimiento a la Formación Profesional del sistema educativo. Decroly, igual que la inmensa mayoría de los centros, aporta su particular granito de arena para contribuir a la dignificación y prestigio de esta etapa formativa. La Formación Profesional se erige como una alternativa de calidad y de éxito de cara a la empleabilidad futura. En estas fechas, dada la proximidad de la escolarización del próximo curso 2017-2018, reitero mi sólida convicción de que la Formación Profesional se ha convertido en una opción prioritaria para quienes, a partir de los estudios de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) –FP Básica y FP de Grado Medio-, o de los estudios de Bachillerato, se planteen una incorporación al mercado laboral a corto plazo.
En Decroly trabajamos en favor de una formación profesional de calidad para el empleo; impulsamos la creatividad, el emprendimiento y la innovación; integramos a toda la comunidad educativa bajo el manto de la unidad en la diversidad; favorecemos y atendemos, con todos los recursos disponibles, a quienes se encuentran en una situación de desventaja y/o en riego de exclusión social; priorizamos la dimensión europea e internacional de la formación, potenciando el plurilingüismo y las participación en programas y proyectos europeos; procuramos estar en permanente sintonía con las empresas, verdaderas conocedoras de los requisitos que deben cumplir los perfiles, capacidades y competencias de los profesionales presentes y futuros; propiciamos un ambiente de estudio y de trabajo cordial, cooperativo y horizontal, en un contexto que favorezca la alegría y la felicidad de nuestros alumnos, profesores y personal de administración y de servicios generales.