La teleformación ha dado una respuesta favorable a muchas de las preguntas relacionadas con el autoaprendizaje, el aprender a aprender, al desarrollo de iniciativas de desarrollo personal y profesional que concilian nuestra vida polifacética.
Sin embargo, aprender no es fácil; exige esfuerzo y sacrificios y …. una cierta dosis de ilusión. También, ¿cómo no? es deseable acertar en el programa de estudios, en la entidad que lo proporciona y en los mecanismos establecidos de interactuación alumno-profesor-otros alumnos, en el caso de la teleformación. Cuando algo nos atrae, nos motiva, es más fácil asimilarlo, a pesar de las siempre existentes dificultades que nos demandan esfuerzo y determinación para alcanzar los objetivos deseados.
Estudiar y aprender es una decisión personal, libre. No tiene por que ser un proceso aburrido y penoso, sino más bien, y ¿por qué no?, divertido, estimulante, que nos aproxime al placer que representa alcanzar una meta. Un afán de superación consolidado en la cultura individual de cada ciudadano le proporcionará la fuerza precisa, la ilusión y motivación necesarios para afrontar el reto que representa estudiar y aprender, en la soledad que exige la modalidad de teleformación.
Pero se necesitan otros elementos para garantizar el éxito de un programa de teleformación. La función tutorial, en mi opinión, se me antoja clave para el éxito del eLearner. El profesor (tutor) y el conjunto de alumnos de un programa de teleformación deben de construir una permanente tela de araña comunicativa; deben sentirse constantemente acompañados. La teleformación tiene que convertirse en un verdadero sistema pedagógico, comparable al presencial. Así puede y debe ser. En ese contexto, el tutor hace acopio de un montón de herramientas docentes, tales como: poner en acción grupos de aprendizaje cooperativo efectivos, proyectos virtuales colectivos, contenidos de segunda generación, etc.
Los cursos han de estar bien diseñados. Si bien, es cierto, no siempre ocurre así, lamentablemente. De ahí que, unido a otros posibles defectos –tutorización deficiente- esa circunstancia puede ser otra de las causas de abandono prematuro, de fracaso, en definitiva. A título de ejemplo, en este contexto, siempre me apetece menionar los juegos electrónicos. Niños y adultos desarrollamos una cierta “adicción“ a los videojuegos, siendo el interface y la soledad los mismos ingredientes que en los programas de teleformación. Pero los videojuegos son divertidos, impulsan a mejorar, mientras que un curso de teleformación se percibe, a veces, como una obligación. Consecuencia: unamos a la determinación por aprender a lo largo de toda la vida una dosis de ilusión, esfuerzo, trabajo colaborativo, ilusión y motivación por lograr metas personales y profesionales, ….
Ah! Y si algo sale mal, no culpemos a los participantes. Posiblemente podemos mejorar los programas, produciendo más y mejores contenidos; dinamizando la plataforma virtual; dedicando más tiempo, esfuerzo y trabajo. Por que no existen malos alumnos sino, quizás, malos o buenos profesores.